En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, nuestro regalo para el club xeneize, en un nuevo aniversario.

Escuchá el relato del Tinta Azul y Oro en su versión radial:

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Me pidieron que escriba por el cumpleaños. Me pedí escribir por el cumpleaños. Un aniversario nuevo, un año más de vida. Esa vida eterna y perpetua. No me voy a enojar como en el 12-12-12. Ya todos saben que es imposible poder escribirle a Boca, en tan poco y para decir tanto.

Me dejó tranquilo una vez que una de esas personas que llegan para quedarse, me confió que “las palabras no queman la artimaña ni dejan desenvolver el estallido del éxodo”. Entonces así voy a arrancar esta vez.

1 – El fuego se creó de la nada. Desde la oscuridad más intensa, una chispa fue la encargada de darle luz a la noche más negra. El oxígeno fue el encargado de mantener viva esa llama.

Hace 108 años 5 pibes se juntaban en una Plaza. Ella se llamaba Solis, y allí comenzaban con esa historia de barrio, que de la nada fue mundial. Esas raíces que son un estilo inconfundible.

Más que otro cumpleaños, o aniversario, este 3 de abril es una excusa. Para agradecer a la vida por esto, para palmear al destino, o el domingo para hacerlo con el viejo. El que te llevó por primera vez, el que te compró la primera camiseta. Porque Boca va más allá de un instante. Es eternidad de la más original y pura.

Es tu hijo que vendrá en algún momento para que continúes con la hermosa historia, es tu carnet que es más que tu documento. Tu entrada luego de una fila interminable. El pasaje a la felicidad merece cualquier tipo de sacrificio.

Es la historia viva. La que escribieron los que dejaron la vida en cada partido, y los que dejamos la garganta en cada tribuna. Es lo que allá lejos y hace tiempo en esa plaza comenzaron a darle vida. En una plaza, donde en los árboles se marcan los amores más fuertes.

Es la complicidad con el que tenés al lado en la popular. O el tipo que te comenta sobre los equipos gloriosos de antaño en alguna platea. Es tu abuelo que tuvo ese pedazo de trapo azul y oro entre sus mejores tesoros y te lo heredó. Es ese tío rebelde, la oveja negra que se descarriló de lo que el mandato decía y te hizo ver más allá. Más acá, de nosotros, de Boca.

Es el nombre de pueblo. El dialecto genovés de los que vinieron y fueron expulsados por la epidemia a los conventillos. Los que se pararon frente a la discriminación de principios de siglo XX y los que ahora son “insultados” por ser de otros países. Por ser hermanos, más allá del color de piel o el color de ideas.

Es el nombre de Barrio. Con el Juniors inglés, para cambiar un poco la imagen de “lugar difícil” de principios de año. Para ser Boca a secas, Boquita y ser lo más popular. No necesitamos de deseos europeizantes, ni nombres de afuera para llamarnos. Somos bien de acá, y de América. Somos los más grandes del continente.

Es la bandera que nos dio los colores. Suecia que forma parte de un club Mundial. El más conocido de la Argentina, desde 1925 hasta la actualidad. El escudo que cuenta con las estrellas más brillantes de todas. Como la noche, como el cielo oscuro que se ilumina y nos tapa con el manto. Como con un telón, como cuando debajo de la bandera cantamos por el carnaval. Porque somos fiesta, somos alegría. Somos la mitad más uno.

Boca es esto. Es familia. Es amistad. Es el tipo que conociste al gritar ese gol en el último suspiro y que lo buscás desesperado para que sea cábala, o ese hombro donde descargar la bronca. La rabia, ¡y la puta madre que lo parió!

Es tu vieja que te secó las lágrimas o trató de consolarte, sin saber el modo. Sin saber el porqué. O sospechando, resignándose al final. Compartiendo el dolor y la alegría loca que te hacía salir corriendo a la calle y gritar a los cuatro vientos por el amor.

Boca es el jugador que al final del túnel ve la luz. Entra al paraíso. ¡Ay, quién pudiera! Esa suerte de unos pocos, envidiada y agradecida por millones. Porque ellos “salen a ganar, quieren salir campeón. Porque lo llevan adentro como lo llevo yo…”. Y cuando no se da, somos ese velorio bostero. Ese luto que dura unos días, hasta que la esperanza, se instalaba en el pecho. Domingo a domingo. Día a día.

Somos arte. Música en la cancha, la letra en Sabina, Calamaro, Serrano, Serrat, y podemos mencionar a tantos. Somos la poesía, y la actuación cada fin de semana en el teatro de los sueños. Exagerados o no, están los que lloran, los que ríen a carcajadas, los que insultan, los que no tienen paciencia. Los que aman. Con ese amor más fiel que se pueda conocer. Somos la pintura. Quinquela Martín para hacernos saber de nuestra historia. De dónde venimos. Somos Pérez Celis, en las afueras de la cancha.

Boca es el tango, es el folklore, es el rock. Es generaciones de familias que cambiaron y mutaron con el tiempo. Es Caminito, es el Puente. Es todo un barrio. El barrio más famoso del mundo. Es la pasta en una cantina. Las calles que se cruzan, la señora baldeando la vereda,  los pibes buscando algo para patear… Es esa República donde habitaron tantas y tantos. De acá o de afuera siendo bien recibidos.

Somos los que en las pálidas estamos. Y que si no lo hacemos es por algún palco vip que se coló, porque cambiaron a la Bombonera. Le sacaron la mística, la europeizaron. La hicieron moderna en una tierra de románticos. Los que, tal vez, nunca la conozcan pero viajan allí con la imaginación y el deseo.

Somos nosotros y no pedimos nada a nadie. Porque Boca somos nosotros. Boca es el apoyo a un ídolo si lo necesita, o la lucha para que no cierren nuestra casa. Porque Boca es La Bombonera. Boca es mítico, emotivo, histórico, revolucionario, como ella. Ella que es ideal para Boca. Y viceversa.

Somos el latido de la Bombonera. Porque Boca es el latido nuestro. Es la corazonada, el mito, la leyenda, el amor propio. Es el temple, el huevo, una forma diferente de vivir, de imaginar. De soñar sueños soñados por otros soñadores. Como los cinco que armaron esta majestuosidad. Es grandeza más allá de los años, es coraje, es poner el pecho a las malas y acompañarlo en las buenas. Seguirlo a todas partes, llevarlo en todas partes.

Porque Boca trasciende el espacio. Y el tiempo…

Somos los mortales que un día vamos a morir. Pero que nos iremos con la tranquilidad de haber vivido el amor más puro y eterno. Quedarán los pobres, los humildes, los apasionados. Los que lleguen al domingo con chirolas, que pidan ganar como sea. Que pidan el huevo, por amor a la camiseta. Los que sufrirán por amor. Un amor que nació de golpe. De la nada. Como un fuego que nos quema y nos enciende. Que no se extingue,  que no se apaga. Que lleva en alto el nombre de la gloria y la gloria en su nombre. Que nos da oxígeno para poder respirar. Desde hace más de cien años y por el resto de los tiempos.

2 – Yo sé que hablar de uno en una nota es un pecado. Es una aberración del periodismo gráfico escribir en primera persona. Pero el cumpleaños de Boca es mi cumpleaños. Como le pasará a cada uno que lea esta nota. Y escribo personalmente, porque una vez escuché que alguien realmente habla otro idioma, cuando sueña con él. Cuando habla, por ejemplo en italiano al dormir. Todas las semanas sueño con Boca. Todas las semanas soñamos con Boca. En diferentes situaciones, diferentes estadios. Siendo jugadores de primera, o viendo cómo se pierde un partido al final. Así se demuestra el amor. O como dijo Hugo Gatti alguna vez: “Boca es mi novia, mi mujer y mi amante”.

Me gustaría decir que así puedo definir lo que es Boca en mi vida. Pero no. es mucho más que eso. Es… No importa, las palabras no alcanzan. Uno no puede decir ni escribir lo que siente por Boca. Entonces doy razón a la frase “las palabras no queman la artimaña ni dejan desenvolver el estallido del éxodo”. Entonces así voy a finalizar esta vez.

Foto: Taringa (Usuario: Xeneize_1997)