En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el día de la hinchada más grande del Mundo.

Tenemos el respeto y el recuerdo. El sudor y las lágrimas. El abrazo anónimo. El grito en el cielo. La sangre azul y el corazón de oro. Tenemos las ganas. El coraje. El sufrimiento. Y la gloria.

Tenemos a La Raulito, el “Tano” Pascual, “Banderita” Laudonio y tantos más. Tenemos a la novia. Tenemos a la que se casa con el campeonato, pero que más que eso festeja, domingo a domingo, este amor inmortal.

Tenemos la identidad. Y eso es lo que festejamos hoy. El reconocernos entre las multitudes, el mirarse y saber que el otro es bostero, entonces el abrazo. Eso que es lo primero que hacemos al nacer. Ese movimiento que como dice Galeano, parece un aleteo. Y por eso la vida va de vuelo en vuelo. Porque no nos importa morir por Boca, sería la mejor muerte.

Tenemos la casa donde festejar. El Templo, por más que alguien quiera venderla. En épocas de programas de casas que se arman en una semana, la televisión le habrá vendido ese buzón a los dirigentes, que quieren deshacerse de algo que se hizo con esfuerzo, amor y mística. Eso también festejamos, el respetar y defender  lo que es nuestro. Como el olor a La Boca, y el lugar donde pasó el barco que nos dio los colores. Porque ese barco fue azul y amarillo, por más que las marcas, en el mundo del mercado, nos vean como una mercancía y los que manejan, vean solamente ganancias. Olvidándose del azul y el amarillo que nos representa en todo el mundo.

Festejamos ser diferentes. Porque somos. En tiempos donde no se sabe bien, quien es quien, nosotros somos. Y cada vez más. Estamos los románticos, están los exitistas. Pero somos los que amamos a Boca como a la vieja, a la novia, al amigo. Porque Boca es eso. Es ser. Y no hay nada que pueda contra eso. Los que ven cómo pueden no ser de Boca, que es diferente.

Porque festejamos el inicio y el reinventarse. La llegada de los inmigrantes, las casas de todos colores. Festejamos el barrio, las raíces, el desprestigio del otro para hacernos más fuertes. Y allí engrandecernos, y poner el pecho a cada insulto o crítica. Somos los negros y los bolivianos. Somos el orgullo de ser argentino, pero también el hermano latinoamericano.

Festejamos ganar “A lo Boca” y que no haya que decir más nada. Que sepamos de qué hablamos cuando hablamos de esto. Porque “Esto es Boca” dice una bandera, que fue la primera que vi en la cancha de chico, y no hizo falta más nada. Somos los mejores, porque no estamos solos en el mundo. Por más que en el mundo haya lugar para una sola hinchada como la de Boca.

Somos amantes de nosotros mismos. Del fútbol, pero con la garra. Del tipo que llega justo a fin de mes, y se olvida del problema yendo a la cancha. De los que sufren por el país, pero festejan en ’90 minutos. Los que nos enojamos con Boca, pero no le somos infieles. Los que queremos seguir la tradición familiar, o mejorarla si es que alguna vez se cometió el error de mencionar otro club.

Somos el más macho  machista que dice “Boquita” y el gay que pide que “pongan más huevos”. La mujer que llora en el alambrado, el hombre que para su taxi para tocar la bocina en Jujuy o Tierra del Fuego. Somos los que nos dejamos embobar por la caja de colores, si es que nos trae la magia de Riquelme, la endiosada camiseta de Maradona, los goles de Martín, los recuerdos de Rojas, las atajadas de Gatti, Roma, Córdoba… La radio que trae el gol de Walter Saavedra y la poesía, o Caldiero -y que algún dios lo tenga en la gloria-. Somos los que festejamos las fotos en blanco y negro, la gira por Europa, los más de cien años de grandeza.  Las ideas de Bianchi y el “Toto”, la garra de todos, la vida que dejaban en la pelota los Hrabina, los Pescia, Passucci, Bermúdez, “Chicho”, Blas, entre varios.

La historia viva. La “leyenda continúa”. Como diría Paula de Córdoba: “Somos los locos que se dan cita voluntaria en el loquero que tiene vida propia”. Que no se quedan dormidos, que se despierta y empujan con la masa. Los que cantan en las malas que las buenas ya van a venir. Porque recordamos siempre los momentos y los hitos, pero no por eso no cantamos si no peleamos, en el final del campeonato. Y gritamos, dejando la voz en el cemento. Levantamos las banderas, por los que vendrán y por los que se fueron. Porque estamos. Y siempre será así. Porque somos el pueblo de carnaval. La fiesta en las calles. Los soñadores de sueños que ya han soñado. Los que saben que mañana es mejor”.

Somos los que no olvidan, como una vez escribí, “que los héroes no se tocan, no por capricho, ni por fanatismo, sino por la vida que nos regalaron”. Los que se sienten vivos cada vez que Boca sale a la cancha. Los que le dicen que sí a Boca frente al altar de los tiempos. A Boca y nadie más. Porque le decimos que sí, una y otra vez. No nos entra la duda. Gritamos sí. Porque como Diego, lo que nos falta con Boca “es hacer el amor”.

Por eso pedimos mil y una vidas más. Porque en esta el amor no entra. La supera.

Somos los que festejamos nuestro día. Para no acordarnos que algún día no estaremos más y no podremos sufrir y gozar de ser bostero.

Porque amamos para sentirnos inmortales. Y ese amor nos hace inmortales. Esa es nuestra única verdad.