El Xeneize no pudo ante San Lorenzo. Foto: Copa Argentina.

En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, la derrota ante San Lorenzo.

Córdoba, se había levantado húmeda y pesada una semana antes, al comprar las entradas. Pasa siempre eso. Siempre pasará eso. Y más cuando la ciudad es un infierno, no solo desde lo climatológico. Córdoba era una lágrima, y no solo porque los estudiantes se habían ido. Cuando pasa eso, cuando nos topamos con la Córdoba retrógrada, muchas veces dan ganas de llorar. Oscura, gris, un mar conservador donde la Reforma de 1918 y el “Cordobazo” han sido solo dos gotas. Grandes, muy grandes. Pero gotas al fin.

El consuelo había llegado desde el Festival de Folklore en Cosquín. Con cantautores comprometidos con el pueblo, con la música, con la prosa, con el futuro. Ramiro González, Bruno Arias, Mariano Luque, José Luis Aguirre junto a Paola Bernal, Juan Iñaki y Mery Murúa, siendo la “Palabración de la Tierra”. Gotas en medio del mar de la hipocresía, que tiene en los medios hegemónicos la crítica por el compromiso, por el jugarse, por la memoria. A veces en Boca pasa lo mismo, quieren borrar el compromiso.

Ya entre semana la discusión era por si debía jugarse esta final o no. Si tenía que dar la copa sin más a Boca, si podía romper con esa mala racha frente al “Cuervo”, si…

Eran días de reducciones de penas, de desconfianza de lo que venga. Tardes medias raras y más cuando el “Indio” ponía letra a los sentimientos:

Me he puesto grande, ya ves

Sólo le pido a la vida que no me duela

Y no estar aquí si cae más mierda del cielo.

Cuando todo era enojo. Porque con las decisiones de Conmebol, cualquiera podrá suspender un partido sin que pase nada. Porque cuando el Basquet parece que no continuará por falta de presupuesto –sí, muy risueño y preocupante-. Porque cuando la Ciudad de Buenos Aires le vendió terrenos a Boca, para el nuevo Estadio Shopping (que alguien nos diga que es todo mentira), cuando pasan y pasan cosas y los medios tapa y tapan. Cuando ya el miércoles era muy miércoles, Giuliana aparecía de la nada el teléfono, para confirmar que así son las mejores apariciones y casi como si supiera del estado, afirmar: “Quiero ir. Quiero vivir a Boca. A pesar de tanta mugre que hay flotando en el aire de nuestro club, quiero enamorarme cada día”. Y luego Marcelo. “Estoy viendo hostels, voy para allá”. No estaba doliendo tanto.

La fiesta vs. La joda

Córdoba se levantó entre el azul y oro reinante. Más temprano de lo normal. Giuliana era quien ponía las palabras justas: “Boca no duerme”. El calor, seguía castigando, y cada tanto se veía alguna camiseta azulgrana que quería arrebatar la alegría. El viaje hacia el Kempes era con charlas sobre el equipo, sobre la formación, sobre el conocerse, sobre el compartir y ella que no hablaba. “Estoy más que bien, voy a ver a Boca. Son ansias” decía con las palabras, pero con la mirada iba más allá: “El silencio no es mi idioma”.

“Entremos, quiero estar segura. Si hay que pasar el tiempo lo pasemos allá” dijo “Giuli” y allá fuimos. Para entonces Ale, del “interior de La Rioja” llegaba y abrazaba. Boca es eso, lo más federal que une a todos y que hace que el reencuentro siempre sea un festejo. “Pensé que iba a estar solo, pero no…” para confirmar una vez más, que Boca no deja solo a nadie y que Boca jamás estará solo.

El tiempo pasaba de la mejor forma. “Fue lo mejor del amor, lo que he vivido contigo” cantaba el icono popular Rodrigo. Y resuena en ese estadio, para explicar porque tanta gente un día laboral y lejos de casa. “Cuarteto y Boca que hermoso” diría el de Mar del Plata. Es que Boca siempre mejora todo lo que pueda gustar. Entonces allí Cerati y Boca, Kapanga y Boca, Rock y Boca… Todo y Boca. Cantando “El Universal”, cambiando la letra, pidiendo volver a Japón. El “Himno de la Alegría” instrumental que no encontraba eco en los del frente. Sabía muy bien donde debía ser cantado.

El partido luego sería una página oscura de nuestra historia. Cuatro cachetadas al alma, cuatro puñales por la espalda que generaban el efecto contrario. Era sacar rabia, era desahogar estos momentos. Era gritarle al mundo que “es un sentimiento” es saber “que no puedo parar”. Pero también era injusto, para Lucio que con sus primeros años de vida y su voz fina sonreía, pero sus ojos no. Eran los miles que bailaban sin pensar en nada y agitando camisetas, revoleando los problemas, pero sabiendo  que existen. Éramos la pasión sin límites, pero el sabernos mal. Éramos la retirada con los fuegos de artificio detrás. Nunca habían sido más ruido que color. Éramos la impotencia y la alegría de sabernos parte, de la fiesta más hermosa que una tribuna puede presentar. Del amor más sincero que se puede sufrir. Del momento más triste que debe enfrentarse, porque somos muchos. Éramos la voz femenina diciendo  “ya pasó lo peor” y su sonrisa que daba esperanzas, porque la dirigencia muy lejos de eso está.

Entonces “La muerte y yo” en la voz del Indio. Pero sobre todo en el presente de Boca. “Y siempre Dios contra todos”. Un dios que si existe debe ser de Boca y aparecer, porque el pueblo lo necesita, más contra esta gente en el poder. Porque están matando la esencia, la identidad, lo que nos llevó a ser lo que somos. Más contra los que tiran mierda del cielo, desde arriba, desde sus pedestales de cristal. Pero somos muchos, somos muchísimos los que amamos a Boca. Porque como cantó Solari, “Cuando la noche es más oscura, se viene el día en tu corazón”. Como enseñó Giuliana, como aseguró Marcelo, como millones que vamos a aguantar y que no vamos a dejar que pasen como quieran, avasallando la historia, el amor nuestro, lo que nos trae vida cuando la cosa, se pone fea. Que entregamos el corazón por Boca, pese a lo oscuro que lo quieran poner. Porque Boca es fiesta, por más que ellos crean que Boca es joda.