En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el sentimiento del hincha luego de la eliminación de la Libertadores.

Se da vueltas en la cama. El del piso de abajo pensará que, por el ruido, uno está en una noche alegre. No. Se da vueltas porque se repite la misma escena una y otra vez. Y la bronca se potencia, porque se tiene que madrugar, y uno ya sin religión no cree que algún dios lo vaya a ayudar.

A los 25 años, casi, se puede llorar como a los 8 (casi). Así es la consecuencia de un amor que no entiende de tiempos, que se adecúa a los momentos. Un amor que sufre, pero que ahí, en ese mismo momento se entrelaza nuevamente. Se firma en ese papel invisible, por la eternidad. Y la fidelidad es una palabra que se entiende un miércoles por la noche.

Entonces uno busca refugio en amigos, en el otro amor, que no es ni mayor ni menor. Es otro, igual de intenso.

Hinchas de grandes historias y noches de llantos alegres, viajan por satélites, por señales para tratar de consolar por un mensaje de texto. Un abrazo virtual parece menguar la impotencia, pero no. Un hincha de otro club, opina que fue mala suerte la eliminación. Él ya las vivió, y también con el mismo equipo. Pero sabe que eso no alcanza.

De más está pensar el partido. Pensar que se sobreestimó el 0 a 0, enojarse con algunos jugadores que no están a la altura de la historia. Una historia, que nos da la espalda para bancar estos momentos.

Así, uno se queda con la sensación de que los amores incondicionales tienen un doble filo. Hermosos y nocivos a la vez. Pero te queda el orgullo de que no se agotan. De que pase lo que pase, sea lo que sea uno se reinventa. Hace un tiempo había escrito un poema y hablaba de eso. Nos quedamos mirando el festejo de otros, sufriendo las cargadas de los otros. Esos que nos hacen saber que se puede estar una categoría por debajo, inclusive en la vida real. Pero ahí, en ese momento de angustia, se renueva ese fuego. Esa sensación que nos hace sentir vivos.

Aunque no hay remedios para la realidad. Y de la misma forma que decimos que estamos sin Copa, que penamos en el torneo local, nos miramos y nos damos fuerzas. Nos sentimos más unidos que nunca, con cosas para rever, con momentos de derrotas que deben enseñar. Con las ganas de escribir inclusive en el dolor o impotencia. Pongan el nombre que quieran, pero no seríamos nosotros y no sería yo, si solamente me sentara a escribir en las buenas. Por más que a veces uno caiga en excusas inconclusas, explicaciones pavas, tenemos que estar en las malas.

Somos esos estúpidos que saben de las mafias del fútbol, pero que no podemos dejarlo. Que vamos más allá, porque defendemos a un barrio, a una república, a unos colores. Vamos más allá. Podemos criticar, enojarnos, pero no romper nunca los lazos que nos unen. Somos los que idolatramos a jugadores de carne y hueso, tanto hasta endiosarlos. Los que depositamos en algo tan relativo como el fútbol, la esperanza y las razones por las que estamos bien o mal en la semana. Somos nosotros. Y sólo nosotros sabemos salir de estas, consolarnos, redimirnos.

Voy a utilizar a dos maestros que llevan los colores de la contra, pero que en realidad exceden cualquier camiseta. Uno es Charly García, el otro Luis Alberto Spinetta. Este último cantó:

Aunque me fuercen yo nunca voy a decir

que todo tiempo por pasado fue mejor

mañana es mejor.

Por la gloria pasada, podemos confiar en que volverá. En que hay que pasar estos momentos para reaccionar. Podemos confiar en que lo mejor está por venir. De eso se trata el fútbol y Boca. Por eso tenemos asistencia perfecta domingo a domingo, en la cancha o donde sea para ver a nuestro equipo.

Por último, sabemos que La Boca es alegría y carnaval. Sabemos que bailamos de la cabeza. Que más allá de todo, la alegría y la felicidad de ser bosteros, nos salva. Y que por eso podemos decir al mundo, como escribió Charly alguna vez:

Para aburrirme prefiero sufrir.

Para venderme prefiero morir.

Lo único que quiero es no ser 

como vos.

P.D.: Se da vueltas en la cama. Inconscientemente es por tantas vueltas olímpicas. Si bien no es bueno compararse con otros, queda la tranquilidad del mensaje que mandó Heber. “Nosotros festejamos los que los otros ni en diez vidas van a lograr”.

Yo agradezco haber festejado todo eso. Y sufrir todo esto. Porque Boca me hace sentir vivo, me hace sentir. El día que no pase más, será cuando esté muerto.