En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el 20° aniversario del debut de Jorge Bermúdez en Boca.

¿Se puede marcar a fuego una institución en cuatro años. O mejor dicho ¿en 14.310 minutos? ¿Algunos más, algunos menos? Sí, sobre todo cuando te lo decís a los primeros segundos de estar defendiendo sus colores.

¿Se puede –alguien- meter a la hinchada de Boca y a los comentaristas de un partido? Sí, más aún cuando en el primer partido demostrás la personalidad que te va a marcar el resto de la carrera. Dejando impactados a propios y ajenos.

¿Se puede estar marcado para jugar con la azul y oro? Sí. Cuando te haces adulto a los 12 –justo ese número- como dijo alguna vez. Cuando llegás a la Argentina co el apodo de Calarcá, un cacique colombiano al que ningu conquistador pudo dominar…

¿Podés sentir lo que es Boca, su esencia, viniendo de afuera? Obvio, y se logra cuando entendés que la llegada al club no es un iicio, sino “una consagración”.

¿Se puede gritar con todo un primer gol en La Boca, romperte la rodilla chocando contra el palo e igualmente festejar con la gente? Absolutamente. Y más cuando después, lo harás contra River y contra Palmeiras para darnos la Copa después de 22 años.

¿Podés entender la mística y la identidad del Club, no siendo bostero desde un principio? Sí. Cuando te llamás Jorge…

Hace 20 años, un día como hoy, debutó en Boca, Jorge Hernán Bermúdez Morales o como lo llamamos todos: el “Patrón”. Había llegado en el “paquete” que traía a Palermo, Guillermo, Córdoba y Solano.

El diario del 4 de septiembre, hablaba de que Bermúdez daba “la única alegría”, pero no la última. En los papeles, la frialdad muchas veces gana. En la cancha, cuando ganó cada pelota esa noche de Supercopa frente al Cruzeiro, lo que había era calor. Eran sensaciones de tener a alguien nuevo, que parecía estar ahí de toda la vida. Un joven Mariano Closs se rendía ante el físico y la rudeza del “2”, que comenzó con el “17”. “E’ guapo eh, e guapo el colombiano” decía una y otra vez. Fue la misma noche en que el mismo relator, dijo algo muy cierto: “Hace poco que está –unos 3 días- y ya ordena la defensa. El patrón de Boca ya se llama Bermudez”. A los veintitantos el gol, terminaba de mejorar la carta de presentación.

La primera jugada de la que participó fue el “contrato” de por vida con la gente. Un foul en la mita de la cancha, que terminó en ovación, pero que fue el inicio de “una simbiosis que se dio con la gente, que aceptó eso”, como contaría unos años después. Luego en un lateral, él se dijo para sí: “Estoy donde tenía que estar”.

La confirmación del eterno

En cuatro años, el “Patrón” se encargó de demostrar quien mandaba dentro de la cancha y también afuera. Capitán elegido por Carlos Bianchi, por su experiencia y liderazgo, llevó a lo más alto esa cinta y a nosotros. Porque fue el que levantó la Intercontinental, el que pateó por última vez en el Morumbí, antes de salir corriendo “con la mente en blanco” por semejante felicidad. El que cuido y limpió la Copa desde Japón hasta Argentina y que al bajar, se la entregó al “Virrey”. El que nos bregó por esta camiseta como pocos.

Le puso el pecho a la pelota para el gol contra River, en el ’99, pero también en la pelea de los premios del plantel. Luchó por Román, frente a Salvestrini e ideó con otros, las remeras para que fuera al psicólogo. Cuando se quisieron quedar con más plata, por un pase al Barcelona, se fue porque no podría mirar a los ojos a los dirigentes que quisieron traicionarlo. La honestidad – dijo- fue lo más importante que le enseñó su padre. El mismo que siempre fue su mayor ídolo.

No habrá otro igual

¿Se puede ayudar a que un goleador empiece a forjar su gloriosa historia? Sí. Cuando saltas para tapar a Burgos, poniendo siempre a Boca por delante.

¿Se puede saber que Bianchi iba a poner a Palermo, en los Cuartos de la Copa del 2000? Sí. Las mentes ganadoras, se conocen, se anticipan, se esperan, se charlan, solo con la mirada. Porque hay algo más allá, que no todos ven. Bermúdez sí.

¿Se puede ser más bostero que varios argentinos? Obvio. Sobre todo cuando ponés el escudo en la camiseta que te vistió en tu partido homenaje. Cuando hablás de Boca en la actualidad y lo conocés tanto, que no se te puede reprochar nada. Cuando dejaste tu alma en cada “guerra”, que te preparabas desde que te ponías los botines. Si Boca es “Deportivo ganar siempre” el abanderado indispensable, era él.

¿Se puede ser leal a los principios y agrandar tu leyenda, incluso jugando para otro club? Sí. Porque al terminar el partido jugando para Newells, dijo que no podía jugar contra Boca. Que si tenía que ser así, prefería irse del país. Lo hizo.

 

15 goles, 6 títulos (entre ellos dos Libertadores y una Intercontinental), han hecho que Jorge Bermúdez, nuestro gladiador se haya ganado para siempre un lugar, en la historia grande de Boca. Todo comenzó una noche como esta, de 1997, cuando saltó con la 17 en la espalda. Cuando saltó más que Dida, para meter su cabezazo. Como cuando logró con un gol, el invicto de 40 partidos; cuando dijo que los de River se ponían pálidos o anticipaba, en cancha de Velez allá por 1999, que: “Clasícos son clásicos, ellos –por los hijos- saben que pasa”.

Todo me lo confirmó, cuando hace unos años lo pude entrevistar y me dijo: “Yo me identifico cn Boca y Boca se identifica conmigo”.

Por eso. ¿Se puede inmortalizar el N°2 y tu nombre, cuando solamente estuviste 4 años en el Club. Sí. Cuando te llamás Jorge Bermúdez y dicen “Patrón”.