En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, homenajeamos el debut de Juan Román Riquelme.

Un uruguayo me diría, analizándonos que encontraba en el argentino a alguien que se guía y se deja conquistar por los caudillos. No importa de que manera sean si malos, buenos, bocones, simpáticos o no. Ellos (los argentinos) esperan todo de él (caudillo). Y ahí se guardan todas las esperanzas, los deseos, la posta se le entrega para que sea él el que la lleve y que se encargue de ser el elegido. Desde toda la historia y con muchos personajes, pero hoy quiero dedicarme a uno muy especial.

Otro uruguayo, como Eduardo Galeano, escribiría en su libro el Fútbol a sol y a sombra algo muy interesante:

El ídolo

Y un buen día la diosa del viento besa el pie del hombre, el maltratado, el despreciado pie, y de ese beso nace el ídolo del fútbol. Nace en cuna de paja y choza de lata y viene al mundo abrazado a una pelota.

Desde que aprende a caminar, sabe jugar. En sus años tempranos alegra los potreros, juega que te juega en los andurriales de los suburbios hasta que cae la noche y ya no se ve la pelota, y en sus años mozos vuela y hace volar en los estadios. Sus artes malabares convocan multitudes, domingo tras domingo, de victoria en victoria, de ovación en ovación.

La pelota lo busca, lo reconoce, lo necesita. En el pecho de su pie, ella descansa y se hamaca. Él le saca lustre y la hace hablar, y en esa charla de dos conversan millones de mudos. Los nadies, los condenados a ser por siempre nadies, pueden sentirse álguienes por un rato, por obra y gracia de esos pases devueltos al toque, esas gambetas que dibujan zetas en el césped, esos golazos de taquito o de chilena: cuando juega él, el cuadro tiene doce jugadores.

-¿Doce? ¡Quince tiene! ¡Veinte!

La pelota ríe, radiante, en el aire. Él la baja, la duerme, la piropea, la baila, y viendo esas cosas jamás vistas sus adoradores sienten piedad por sus nietos aún no nacidos, que no las verán(…)”

Ese buen día que la pelota le besó los pies fue hace 15 años. Todo un número, toda una vida con la azul y oro. Todo una curiosidad también que en su primer partido su apellido fuese coreado. Apellido que después fue un nombre solo. Porque él es uno más de nosotros, otro integrante de la casa y por eso solamente lo llamamos Román.

Él que empezó a dar alegrías en los potreros, luego lo hizo en la Bombonera. Y allí se dio una relación interminable, por más que no estuviese en Boca, que la vida o la pelota lo llevara a otros rumbos.

Hace 15 años, Boca le ganaba a Unión 2 a 0 y Bilardo le diría: “Entrá y hacé lo que sabés”. Él lo sabía, pero sus rivales no. y menos los hinchas que empezábamos a ver que ahí estaba uno de los caudillos de la historia de Boca. De estos que se ponen el equipo al hombro y lo que implica eso. Como en el 2007 o en el 2000 cuando entre tantas remeras blancas la que brillaba y se imponía era la 10 de Boca. Porque ahí la pelota lo buscaba, lo necesitaba, y él a ella.

Me gustaría enumerar varios momentos en Boca, y en la Selección. Buenos y no tantos, partidos memorables donde escondía la pelota, la guardaba para que no la maltrataran. Sudamericanos y el Mundial Sub 20, donde lo conocieron en el Mundo, su cabeza gacha en el bicampeonato del ’99 y Bianchi que le decía que fuera a festejar, que eso no se vivía siempre. El tiro libre a River, el tiro libre de mi vida, el penal a Bonano y el festejo detrás del arco… Tokio 2000, y la sensación de que hacía trampa y agradecer que ese tipo fuera nuestro, el mismo que con toda la humildad fue y pidió la remera de Figo para su padre, el mismo que fue Campeón desde la mitad de la cancha contra Cruz Azul sufriendo como uno más de la tribuna, el del Topo Gigio, el peleado con un ex presidente, el que volvió para otra Copa, el que nunca se fue, el que nunca se irá…

Hace 15 años debutaba Riquelme en Primera, después sabemos todos qué pasó. Yo solo quería hacer una especia de homenaje a ese jugador lento de rapidez increíble, al ídolo de Boca, al caudillo que siempre demostró que ser buena persona te hace ser mejor jugador. El mismo que no se tiene que tirar para que la gente lo ovacione, el que habla con la pelota y le dice los que nunca pudimos las cosas más hermosas que en su vida escuchó. Un homenaje a uno de los jugadores que el día de mañana me va a obligar a decirle a mi hijo “Yo lo vi jugar”.

Al caudillo, a uno de los mejores de nuestra vida de bosteros, al que demostrando su forma de ser, siempre dijo que Yepes fue mejor que él en ese caño por no pegarle. Tal vez tenga razón, pero yo le quiero y les quiero regalar algo que escribí hace tiempo…

Entre las piernas

Él estaba de espaldas. El otro lo marcaba. Él la tenía con él. El otro la deseaba. Él era pura tranquilidad, el otro, desesperación. Cuando ese objeto blanco, llamado pelota, pasó por sus piernas se enardecieron los corazones, las gargantas quedaron sin voz, las manos rojas. Cuando el la paso entre sus piernas rugió, gritó, el estadio. Se enmudeció la gente de blanco y rojo, continuaron callados.

Y los dioses se pararon, lo aplaudieron, lo veneraron. Los dioses se quedaron atónitos frente a tanta belleza. Yepes también.