En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el Día del Hincha de Boca.

Por el sueño que tuvieron cinco pibes alguna vez y que supimos mantener, respetar, alimentar,  cumplir y superar.

Por el anhelo de que el lugar más olvidado del mundo comience a ser el más reconocido.

Porque donde nació todo, comenzó nuestro lugar en el mundo.

Por los laburantes del puerto, por el puente Nicolás Avellaneda, que transportaba a los más humildes por la humildad que transportan los más sinceros. Por este Club que es el puente a nuestras alegrías más infinitas.  

Por no vivir del recuerdo, si no recordando. Porque este pueblo no olvida a quien lo hizo feliz. Ni al Diego, ni a Carlos, ni al Toto, ni a Román, ni a Martín, ni a ángel Clemente o a Rattín.

Por decirle Boquita, como si fuese algo muy cercano, como un familiar. Porque lo es.

Por cantarle “Boca, mi buen amigo” como si fuese alguien que está presente en todo momento. Porque lo es.

Por ser el viejo, el abrazo perpetuo con él. Por ser la herencia sagrada de algún tío que pudo haber regalado el manto glorioso. Por ser la amistad de golpe, en medio de una avalancha en la cancha. Por habernos dado mil y una historias inolvidables. Por ser el “beso de la mamá” como lo definió Maradona. Porque es eso.

Por ser La Boca no solamente en el nombre si no en la esencia. Por ser los colores las chapas del alma, del cuerpo. Por pintar de azul y amarillo la felicidad.

Por reconocernos en La Raulito, el Tano Pascual. Por defender esta camiseta como Mouzo, y estar en las paradas bravas como Roma. Por sentirnos en el aire como Severino Varela, cada vez que subimos por las escaleras del estadio.

Por mantener viva la llama de Victoriano Caffarena y el enamoramiento de Juan Rafael Brichetto con los colores que hoy nos visten. Por la Gira del 25, la primera gran vuelta de las 69 que hemos dado. El Juniors para decorar, porque Boca nació Gigante. Por ser los bombos que resuenan, las banderas que nos abrigan y las trompetas que se mantienen en el viento resonando. Por ser La Bombonera; el templo del fútbol mundial; la envidia de toda persona que la quiere minimizar. La que tuvo al D10S de esta religión como protagonista. Porque ningún club del mundo lo puede igualar.  

Por ser la primera patria, la primera pelota y hasta la primera tristeza. Por ser el sentido de pertenencia y por pertenecer a algo que le da más sentido a todo. Inclusive a la vida. Ya sabemos que a lo Boca se vive mejor.

Por ser la pasión más inexplicable, generar las emociones más impresionantes.

Por ser el cumplimiento de la promesa a quienes vinieron a hacer la América de tener un mejor pasar. Por ser el lugar que los acobijó a ellos y a nosotros. Por ser el lugar que les permitió seguir soñando y mantener su existir Xeneize y genovés. Porque pasaron momentos únicos y los mejores gracias a Boca. Porque esa gente y nosotros entendimos que no somos los únicos, por eso decidimos ser los mejores. Por los correctos que no entienden que es mucho más que un partido de fútbol cada vez que juega Boca. Por los que dicen que solo es un equipo de fútbol, este perpetrador de corazones, este regalador de instantes eternos.

Por ser la bosta, lo más bajo, lo que se inunda, lo discriminado, lo dejado de lado, el mal olor, lo que repele a los hipócritas de siempre, a los ninguneadores de antaño, que nos envidian a dónde hemos llegado. Del barro a lo más alto del mundo.

Por festejar que Japón es nuestro segundo barrio. Por haber puesto de rodillas a esos galácticos, cambiando la historia. Porque el de abajo haya llegado a algo tan valioso. Por lo invalorable que ni toda la plata millonaria podría comprarlo.

Por ser los goles que ya van a venir, el pase preciso, la picardía latente. Por latir con el pueblo y en la risa de los más chicos. Por ser la fidelidad de los más grandes, el tatuaje en la piel y en la sangre de los que están en la tribuna alentando.  

Por ser tango, por ser el Caminito que nos guía hacia los mejores rincones; esos que los turistas visitan y los locales defienden. Por ser arrabal, bohemia, poesía. Por ser la mejor música que podamos escuchar, con un coro de millones de gargantas.

Por ser el puño en alto de las pibas que luchan; Manuela Farenga cosiendo las primeras camisetas y Julia Fieres cuidándolas después; por ser el pobrerío queriendo salir de ahí; por ser lo imposible que se ha cumplido; el exceder el límite de tiempo y espacio cuando de Boca hablamos. Por ser lo que no tiene explicación, por más que siempre nos quedemos horas y horas hablando. Y lo que no entiende quien no lo vive, lo que asusta a quien no lo conoce; lo que impone asombro y respeto a quienes nos miran desde cualquier costado.

Por ser la mayoría del país, la mitad más uno de un país futbolero y futbolizado. Por ser cultura y arte; lo que se exporta por todas partes, porque en todas partes estamos. En la explicación de lo ilógico; en el amor de padre a hijo, de abuela a nieta, de generaciones que se pasan la posta: un fuego eterno que se encendió el 3 de abril, detrás de una pelota; en el cariño de la pareja que se besa en la platea y a quienes en la tercera bandeja besan a sus antepasados. A quienes alientan desde la cuarta bandeja, que pispean desde las nubes lo que abajo anda pasando. Quienes ahora ven los partidos con D10S, porque también al cielo hemos arribado.

Por ser las copas en alto y el prejuicio aplastado; un amor que no desciende; el primer llanto consolado; el rugido afónico y desaforado para quedarnos sin poder hablar y el grito multitudinario; el momento en que todos somos La 12: desde el más rico hasta el que no llega a fin de mes. Un abrazo igualador, un orgullo sin fronteras, un lugar sin estratos.  

Por ser el festejo interminable, el huevo como forma de pararnos ante la vida, las injusticias y la muerte, a quien le cuesta llevarnos. Por ser el orgullo sin fecha de caducidad; el respeto mundial. Por ser el corazón en la mano y en la mano el trapo, revoleando para que nuestras estrellan lleguen a todos los rincones. La piel curtida y el alma partida cuando no nos va como esperamos. El cuerpo que se entrega del todo, más cuando la suerte no viene como merecemos. Por costarnos todo más que al resto, pero sin dejar nada guardado. Por la cabeza en alto, el pecho inflado. Por ser dignidad, por no irnos nunca. Por ser Boca a cada paso.

Por ser el Diego en su palco; Román pisando la pelota y la bronca de los de rojo y blanco que nacieron en el barrio y se fueron queriendo olvidarlo, y ocultarlo.  

Por ser los que bancamos las cargadas, los que nos preocupamos en demasía, los que lloramos, los que nos aferramos a la esperanza futbolera, los que resistimos a las cachetadas pálidas de la tristeza y los que nos reímos sabiéndonos los dueños de la historia. Somos los que sufrimos y vivimos; los que no tenemos al silencio en nuestro idioma; quienes espantamos a los fantasmas resultadistas. Quienes en lo peor pusimos lo mejor para levantarnos. Quienes llenamos cada cancha, vaciándonos la vida. Porque hay que dejarlo todo. Siempre. Es lo que nos enseñaron quienes nos precedieron y lo que estamos demostrando. Por seguir esa tradición. Por ser lo que no se puede definir, pero se explica con la mirada.

Por mantener vivo el sueño de que el domingo Boca vuelva a salir al césped y a jugar. Siempre con el escudo delante, todo el resto detrás.  Por ser Deportivo Ganar Siempre, tanto adentro como fuera de la cancha. Porque si la vida es un juego, nos sabemos jugando con la sonrisa en medio del pecho, una franja amarilla en un fondo azul. ´

Por ser el vals que bailamos en la hinchada, con la mas hermosa de todo el salón, la que le juramos amor eterno.

Porque somos Boca. Una historia vivida, viva y viviente. Por el pasado glorioso, el presente que sonríe y el futuro que ilusiona. Por quienes se fueron, por quienes estamos siempre, día a día, minuto a minuto y por quienes estén por venir. Por toda la gente que hizo, hace y seguirá haciendo cada vez más grande al único grande: ¡Feliz día!