A lo largo de su carrera, el fenómeno Riquelme generó amores y desamores. Esta es la opinión de uno de nuestros redactores. ¿Cuál es la tuya?

“Cuando le dije que la posibilidad de ir a River era más firme que la de Boca, se puso tan mal como si le hubiera anunciado la muerte de un familiar”, contó Marcos Franchi, su representante. Entre lágrimas, Román pidió que se haga su pase al Xeneize, más allá de que River ya tenía la plata sobre la mesa. Su sueño se hizo realidad meses después. No todo es cuestión de números.

Con apenas 18 años, debutó ante Unión de Santa Fe en la Bombonera y se llevó su primera ovación. Se dio el gusto de asistir a Fernando Cáceres en el segundo gol y, según los medios, fue la figura del partido. “Boca gastó 20 palos verdes pero zafó por el pibe Riquelme”, tituló en aquel entonces El Gráfico. Porque no todo es cuestión de números.

Llegó Carlos Bianchi y con él la mejor versión de Riquelme, definitivamente parado como enganche. Manejó los hilos del equipo y siguió jugando como lo hacía en el barrio, con la pelota al piso, siempre debajo de la suela. No le importó que el de enfrente sea un amigo, el 5 de cualquier equipo argentino o algún galáctico del Real Madrid. Más allá de valores y cotizaciones, impuso sus formas. No todo es cuestión de números.

Desafió al poder con su inteligencia y sus gambetas, adentro y afuera de la cancha. El tire y afloje con Mauricio Macri lo ganó en el clásico del Clausura 2001. Erró el penal, metió el rebote de cabeza y le dedicó el Topo Gigio, cuando la Bombonera estallaba en un único grito. El hoy jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y quienes responden a él nunca se lo perdonaron. “Mauricio no olvida que Riquelme le hizo el Topo Gigio”, contó Daniel Angelici.

Eso sí, en 2007, cuando Macri necesitó tapar la dolorosa derrota en la final ante Estudiantes, que privó a Boca del tricampeonato, lo fue a buscar. Ahí, el monto no fue impedimento. Igualmente la prensa habló de los números del contrato, de lo elevado que era para apenas cuatro meses. Riquelme apareció en su esplendor y fue pieza clave para la conquista de la Libertadores. Además, para los amantes del dinero, los ingresos superaron enormemente al costo de haberlo repatriado, entre premios y valorización de compañeros.

Volvió definitivamente en 2008, con Angelici como tesorero, y siguió conquistando títulos. Cuando le era útil al poder, los números del contrato quedaban en segundo plano.

Ganó otra batalla de la que puede sentirse orgulloso. La barra brava, los mercenarios que trabajan detrás del arco, lo fueron a apurar. No hubo caso: “Yo no voy a ser amigo de ustedes. Y no van a tener lo que buscan. Griten por el que quieran, pero no me jodan”. Cortito y al pie.

Los oportunistas de siempre aprovecharon sus lesiones y caídas para aparecer. Impotentes ante tanta demostración de fútbol, le empezaron a contar los kilómetros que corría, como si se tratara de un atleta. No entendieron que no todo es cuestión de números.

“Le dije en la cara que 4 años no le firmaba”, declaró Angelici cuando renunció a la tesorería en 2010 por oponerse a la duración del contrato. Ahí comenzaba su candidatura como representante del macrismo. Sin embargo, no todo es cuestión de números… y la pelota terminó jugando a favor del enganche, que mostró estar a la altura. “Cada vez que Angelici me cruza en el vestuario, me pide disculpas”, contó entre risas Riquelme en plena Libertadores 2012.

Cuando todo Boca esperaba por una nueva conquista de América, Román se equivocó y mostró que él también es humano. Tras la derrota ante Corinthians, dijo estar “vacío” y avisó que no iba a seguir vistiendo la camiseta azul y oro. Tras seis meses en el exilio, reapareció en escena con el retorno de Bianchi como DT. Una vez más, manejó mal el tema y cuando todos lo esperaban, no volvió. Lo hizo un mes más tarde, cuando finalizaba la pretemporada.

En su última etapa, con menos físico que en sus inicios, pero con la misma (o más) agilidad mental, Riquelme siguió siendo el más claro de Boca. Hubo partidos malos con él en cancha, es cierto, pero el equipo no encontró el rumbo sin su presencia. Las estadísticas lo avalan: el equipo cosechó 24 de sus 32 puntos con él en cancha (10 PJ), pero no todo es cuestión de números.

Se hizo su propia despedida, ante Lanús, bajo la lluvia. Hizo un caño sin tocarla, fue ovacionado por el hincha genuino y se retiró agitando la camiseta de Boca. Su camiseta. Los mismos que lo querían ver fuera del club, ni siquiera tuvieron la delicadeza de agasajarlo. ¿Acaso no son ellos los que representan al hincha?

388 partidos oficiales, 92 goles, 11 títulos. Fue el que más jugó en la Bombonera y el quinto con mayor cantidad de encuentros oficiales. Las estadísticas dan una idea de lo que es y representa para la institución, pero no todo es cuestión de números. La grandeza de su figura excede eso y puede verse reflejada en el sentimiento del hincha, que lo eligió por sobre Maradona, que lo inmortalizó en una estatua, que se movilizó para expresarle todo su apoyo una y otra vez.

Mediados de 2014. Llegó una jugosa oferta desde Brasil, pero Riquelme la descartó. Prefirió negociar con Boca para seguir usando su camiseta. “La mejor propuesta que el club pudo hacer”, como declararon los dirigentes xeneizes, no fue suficiente para retener al mejor jugador del plantel, al último ídolo que quedaba en el grupo y a uno de los máximos de toda la historia.

Angelici y compañía nunca lo quisieron. ¿Podría haberse quedado a pesar de eso? Yo creo que sí, pero eso abriría otro debate y, lamentablemente, ya no tiene sentido. La realidad es que arregló con Argentinos Juniors por un monto mucho menor, dejando en claro que la plata no era el problema. Al fin y al cabo, no todo es cuestión de números.