En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el partido ante Belgrano, camuflados entre los locales.

1 –

Todo comenzó cuando Franco, uno de esos amigos que Boca te da, mostraba tranquilidad al tener las entradas. Faltar al colegio era por Boca. Siempre todo es por Boca. Siendo uno de los 1937 socios que se hicieron el lunes, abultaba la cifra de esos infiltrados que por Boca empezaban un curso acelerado de “mudismo”, por así decirlo.

2-

Miércoles y Córdoba amanece celeste. Ya el azul y oro le había robado lugar, un día antes con la llegada de los jugadores. Sin público visitante, el Kempes estaría solamente con su color celeste. Y algunos neutros, que buscaban un azulado para no ser tan obvio.

Tres horas antes y el colectivo, que también es celeste, llevaba a los piratas al estadio. Piratas y piratas. Los segundos éramos nosotros. Un par de bosteros que se tenían que bancar los insultos y los cantos en contra del club. Para evitar males mayores uno, un poco más grande que Franco, le dice: “Che, mové las manos. No cantes, pero que no sospechen”. Es increíble lo consejero que se puede sentir uno con un par de años más –inclusive cuando le saca el protector de Boca a la tarjeta del bondi-, y lo boludo que se sintió cuando al bajar del colectivo un hincha de Belgrano gritó: “EH, VOS GRINGO. CUANDO BAJES DEL COLECTIVO, LA CANCHA QUEDA A LA IZQUIERDA. TE DIGO NOMÁS, PORQUE SE NOTA QUE SOS BOSTERO Y CAPAZ TE PERDES”.

Entonces uno, no habla, no dice nada. Callando otorga y en silencio ya empieza a sufrir lo que vendrá. No hay que ser futurista, ni científico para entender que va a ser jodido estar al lado de La Barra del Loco Tito, y que no se den cuenta. Pero uno echa “bosteridad”  por los poros, transpira y respira Boca. Y alguno que ha ido un par de  veces a la cancha sabe de eso. Inclusive si sos el que corta el ticket, y les avisás a los únicos dos pibes que les hablaste en la tarde, de que “la Popular Artime es por ahí”. Entonces uno comienza a preocuparse, porque si no preguntamos nada, no emitimos sonido, ¿por qué carajo nos dice a nosotros eso?

3-

Adentro uno ve con total tranquilidad como ponen las banderas. Cantan a favor de Belgrano, en contra de nosotros. Y es peor. Porque ni siquiera te podes poner en el mismo nivel de estupidez y retrucarle. La cosa de consejero vuelve, y uno le dice a Franco: “Che, boludo mirá a Olave también cuando calienta. Trae la mirada más acá”. Para peor, haber  visto alguna película mala, influyó. Entonces uno se sienta bien atrás de la boca de salida, porque “si se arma quilombo saltamos”. Es increíble habernos sentado ahí, y para peor que el otro haga caso. Cree en lo que uno dice, más que uno mismo.

4-

Sale Belgrano y los papeles y la fiesta no contagian. Uno mueve la pierna siguiendo el ritmo, como para que no sospechen.  Franco se tomó muy en serio lo de actuar, y ya el personaje se lo comió. No dice ni nada. Pero nada. Amaga a moverse cuando sale Boca y una silbatina rompe los oídos. Los hace saltar. Convive con el salto típico que llevamos dentro y que apaciguamos evitando todo tipo de señal bostera.

Pero ahí está Boca, reluce el azul y oro. Uno levanta la cabeza, mira a la tribuna de enfrente y a la vez escucha algo tan cierto por radio: “No hay nada más vacío que una tribuna vacía”. Y mucho más si ahí, estuviesen los nuestros. Y en un acto de filosofo barato, uno piensa: “No hay peor silencio, que el silencio que te grita por dentro. El silencio obligado, el silencio infiltrado entre tanta griterío celeste”.

5-

“Franco, si mete un gol Belgrano te abrazo de costado. Piensan que somos hermanos y zafamos. Pero si mete uno Boca, no grites nada. Porque nos linchan”, se dice en algo así como mute. Y mete el gol Belgrano, y Franco mira como diciendo: “Pelotudo, hacé algo”. Entonces uno lo abraza de costado, le dice “¡La concha de la lora!”. Ya a esa altura uno quiere que el partido se de vuelta. No importa cómo, no importa gritar o no. Pero que Boca meta un gol, que haga algo, que… “¡Penal! Penal mierda. Vamos Boquita. Vamos Román” nos decimos con la mirada y la sonrisa pícara que esconde años de partidos gloriosos, de vueltas festejadas, de abrazos en la cancha.

“Despegá las manos que se dan cuenta que estás rogando” pide uno con tranquilidad. La misma tranquilidad que invita a pensar que algún día, me darán un Martín Fierro, si total se lo dan a cada uno… Ni “mu”. Nada de nada. Un actor de puta madre. Solo el teléfono con el mensaje de la novia que dice: “No emitas sonido, te amo”.

6-

“Che viste el buzo de Orión, está lindo”, se dice, se filtra. Se escapa porque ya es mucho tiempo sin decir nada. Y uno de celeste escucha y nos mira. Se piensa que él piensa “o es diseñador de moda, o es boludo nomás”. Más lo segundo.

Gol del “Cata” Díaz. El codo golpea a Franco. “Vamos”, es la orden. Una piba ve cómo bajamos hasta la boca de salida. Debe pensar que la victoria injusta molesta a dos hinchas del “Pirata” que se van antes. Pero nos quedamos ahí.

El pitazo final y la sonrisa que se escapa. No se ve mucho porque es de noche. Pero el impulso no se puede evitar. Como un hermano mayor le doy un beso en la cabeza a Franco y un coscorrón bostero.

Ya en la cola del colectivo, se escucha de atrás: “Qué olor a bosta hay acá, eh”. De vuelta nos descubrieron. Pero ya está. Es obvio. Estamos felices y no hay ropa que esconda la pasión y lo que nos pasa por dentro.

Emprendemos la vuelta para poder abrazarnos bien y festejar esta cuota de “bosteridad”, que  está esperándonos para darnos otra dosis.