En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, la hinchada Xeneize. Las últimas semanas del 2014 llegaron con sentimientos tan fuertes y encontrados, que resultaba difícil escribir. El mismo día que me recibía en Córdoba, horas más tarde Boca quedaba fuera de la Copa. Tardaron en salir las palabras, pero lo han hecho. Porque pese a todo, hay que seguir festejando. Raras líneas. Difíciles de entender. Más cuando pensábamos otro final en un año para el recuerdo. Y en lo personal, la felicidad absoluta tenía que mantenerse aunque Boca no daba otra alegría. Pero sin embargo estaba ahí. Siempre conmigo y yo con él. No solamente en la bandera cábala al defender una tesina, sino en todo el camino. Boca en nosotros se explica en todos los momentos de la vida. Y más en las etapas intensas. En la Facultad desde la foto de la inscripción, hasta los apuntes en azul y oro. El ir todo vestido de Boca a firma actas luego de campeonar en América y el país. El hecho de dejar la casa de siempre en busca del sueño de seguirlo a todas las canchas, en llevar sus colores en todos los viajes. En reconocernos por el amor infinito, que va más allá de cualquier tipo de explicación. Porque vamos a seguir estando. Porque Boquita siempre estará, vayamos donde vayamos, porque soy y somos mucho por estos colores y gracias a ellos. Porque somos licenciados en hinchas. Por eso es que tenemos que seguir festejando. Uno no sabía cómo encarar la nota, hasta que Paula aconseja: “Inspirate en lo que somos que es mucho”. Entonces la imagen nuestra acelera el corazón, y es desde él que escribo. El hecho de que se cumplan diez años de haber comenzado a escribir mi primer libro de poesías que fue –obviamente- para Boca, fue el puntapié inicial para recordar eso y comenzar. Porque no es como dice un pasquín de que festejamos ser hinchas, sino ser de Boca. Es mucho más que ser un hincha. Festejamos seguir estando. La derrota de hace unos días dolió, pero nos hizo saber que estábamos vivos. Que la vida muchas veces tiene derrotas y que en ellas se puede sacar lo bueno. Que fue un zamarreo para que entendamos que hace tiempo estamos perdiendo la identidad, y eso es peor que cualquier serie de Copa. Justamente esa identidad se festeja. La que nos hizo famosos y únicos en todo el mundo. La que se dio a conocer en 1925 y no tiene fecha de vencimiento. Lo incondicional ante lo efímero, el orgullo ante el prejuicio. La sinceridad ante la mentira. Pero vamos más allá. Estamos festejado la vida misma. Porque ser de Boca te hace sentir mal cuando tambalea, pero te revive cuando mejora. Es tal vez algo trillado, pero todos saben que es cierto. Es algo que todos dicen, pero nosotros lo llevamos a la práctica. Ser de Boca te hace entender todo desde otro punto. Es la enfermedad más sana de todas. Es la memoria viva y latente, ante los que quieren olvidar. Es historia en presente, tener presente la historia para esperar un mejor futuro. Hoy es nuestro día. Porque nosotros festejamos ser de Boca. Más allá de la mala racha, estamos y seguiremos estando. porque es eso: una mala racha. Nos duele, nos hace sufrir, nos da bronca, pero nos hace ser fieles. Tener el amor más puro que hayamos conocido. Somos el fuego eterno, que ninguna manguera contra la popular puede apagar. Las vueltas olímpicas y un sentimiento que no tiene vuelta. Los miles de brazos en un vals, el canto multitudinario, los papeles volando. Somos el Barrio. ¡Puta Madre! Somos el Barrio más lindo del mundo. Las sombrillas que hermosean la lluvia, los bombos retumbando en el escenario. Somos el Templo, la cancha más épica de todas. Hoy vamos a festejar. No sabemos cómo ni cuándo empezó esto. Tal vez desde que nacimos. A lo mejor alguno pregunte qué festejamos, y le decimos ser así. Que los pibes excluidos entren a su cancha. Que seguimos siendo pueblo, por más que quieran vendernos otra cosa o no quieran vender entrada. Que somos miles, millones de locos más cuerdos que todos los otros. Que si Boca gana o pierde toda la vida es carnaval. Eso festejamos. El color, el éxtasis. La avalancha que ninguna mala racha puede frenar, el baile alocado en las escalinatas. Las lágrimas sinceras de cuando las cosas nos van mal. El hablarnos con la mirada cuando encontramos un cómplice en un bar, en la parada del colectivo, o en la calle nomás. Somos ese abrazo fraterno con el desconocido, y el del alma con el amigo. Somos la cábala absurda, el no tener miedo al ridículo. La sangre que corre con fuerza con los colores de un barco sueco. Somos las banderas que flamean, los telones que cubre de gloria a los apasionados. El no entender distinciones de visitante o local. El  “en las malas a todas partes”, sabemos que las buenas ya van a venir. Somos la Copa levantada, las manos apretadas rezando a algún tipo de dios, D10S en el palco o jugando. Somos la magia con la 10, la astucia con la 9, la rebeldía en el 7. Las manos de un Loco, los goles del otro. Los eternos que forjaron la identidad, ayudados por el pueblo. Somos la resistencia al resentimiento generalizado y mediatizado. La contra al periodismo niguneador. La sorpresa para quienes nos ve por vez primera, el respeto por los que lo han hecho siempre, la admiración de los que saben –en el fondo- que no podrán igualarnos, por más que canten lo contrario. El combate al paso del tiempo. Las imágenes que en color o blanco y negro demuestra siempre lo mismo. Somos el pibe alzado en los hombros del padre, en la juventud trepado al alambrado, ya de grande en la platea sentado. Somos la mujer llorando, gritando. El cordón umbilical que no se corta, el paso de generación en generación. La primera camiseta que se guarda como oro, el talismán de algún familiar para seguir el legado. La energía que no se pierde para alentar, un mural de Pérez Celis, o las pintadas de Boca es Pueblo en las noches, despabilado. Somos la Mitad Más Uno del país festejando. El recibirnos de hinchas día a día, de licenciados en esto domingo a domingo. Los que pagamos con la muerte el hecho de que Boca nos haga sentir vivos. Los capítulos que quedan por escribir en el libro más importante de la historia del fútbol. El hermano, el tío, el viejo. La vieja que nos cortó el llanto de chicos, o la pareja que nos entiende en el abrazo. Somos Boca señores. Por eso hay que seguir festejado. Porque somos La Bombonera que late, y nosotros latimos cuando a los escalones vamos llegando. Y entramos allí, al mejor lugar del mundo. Le entregamos el corazón sin pedir nada a cambio. Solamente que salga el equipo, para volver a enamorarse, que las estrellas brillen como siempre y nos sigan iluminando. Para que cuando pasen los malos tiempos, o cuando estemos festejando sepamos que es por ser bosteros, ser los más populares. Y que siempre revivimos, nos reinventamos y que el día que nos toque irnos del mundo lo habremos de hacer, pero nos iremos alentando.]]>