En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el recuerdo de “La Raulito” en el día de su natalicio.

“Nadie me hizo de Boca, yo sabía que esos colores me iban a dar muchas alegrías”, dijo alguna vez María Esther Duffau. Pero nadie la reconocería por ese nombre a “La Raulito”, nacida en Villa Urquiza, el 26 de julio de 1933 y amada por el Mundo Boca para siempre.

Hija/hijo, de un padre alcohólico que la abandonó y una madre con tuberculosis que murió a sus 6 años, cuando empezó a anadar en la calle, La Raulito, quedó sola en la vida muy temprano. De allí que la estadía en orfanatos, cárceles y neuropsiquiátricos fueran una constante en su vida y las escapatorias, la única manera de sobrevivir al hastío y el maltrato de la sociedad y del personal de esas instituciones.

Fue cambiando su apariencia física para que no la reconocieran, en una sociedad donde el hombre de la calle recibía “mejores tratos” que las mujeres. Por eso fue Raúl, por eso el sueño de jugar en la Primera de Boca. Por eso, Peña Lxs Xeneizes De La Plata han definido algo de él, de la mejor manera: “La Raulito pudo escapar de los estereotipos de género, decidiendo adoptar la identidad de varón”. Y en esos tiempos, con lo que eso significaba…

Vida popular

Si hoy todos saben de quien se habla, cuando se habla de este personaje, es gracias a su pasión y al cine. En 1975, su vida dejó de ser anónima. Interpretada por Marilina Ross, se estrenó el filme La Raulito, dirigido por Lautaro Murúa, con guion de Juan Carlos Gené y Martha Mercader. Hasta entonces, ser de Boca era su mayor pasión. Desde entonces ser fanático/a de Boca, empezó a compararse con ser “como La Raulito”.

En la película, una brillante Ross, muestra más el sufrimiento constante de su vida, que su amor por Boca. Si bien ocupa un lugar importante, lo que más importaba era mostrar su necesidad de ser libre. O el fútbol, como modo de escape de su situación y de su día a día. Su adolescencia en un reformatorio, sus diferentes cárceles, y el hospital neuropsiquiátrico, del que huyó para trabajar como vendedora de diarios en una terminal de ferrocarril, son la trama. La violencia sufrida por ser parte de los “nadie” y cómo actuaba, que lejos de la famosa foto con la gomera, ayudando a los demás. Las veces que robó, era para darle a los que tenían menos.

Con el salto a la “fama”, a sus 41 años logró que su condena fuese levantada después del estreno de la película. También fue protagonista de un docuemental sobre su vida “La Raulito, Golpes Bajos” estrenada en 2009 por Emiliano Serra.

Alma y corazón

“El azul y el oro como el cielo y el sol” fueron las razones para elegir estos colores. Pero la apariencia y la forma de ser, probablemente, para formar parte de algo, tener sentido de pertenencia y a la vez respeto de sus pares y de los ajenos. Y no sólo por jugar bien al fútbol. “Yo quería jugar en Boca, hasta me fui a probar un día, pero por ser mujer no podía jugar con los varones. Igual era buena, hacía la palomita, le pegaba a la pelota con las dos piernas y jugaba con los vagos en la plaza. Los únicos que sabían que era mina eran ellos” contó en una entrevista una vez.

En la película se muestra como la camiseta de Boca era lo único que cuidaba. Con el tiempo, con sus palabras y gestos, demostraría que ese amor nunca cambió. Porque ella fue la primera amante de Boca, la mujer más bostera reconocida por todos.

Porque dejó la garganta en cada partido, siempre quiso vivir cerca de La Bombonera. Siempre miró a los jugadores como si fueran sus hijos: “Los mirás a todos como una madre cuando mira a un hijo: uno es rubio, el otro es morocho, pero es la madre y los mira a todos igual. Para mi son todos iguales, los quiero a todos. Si sos de Boca tenés que querer al plantel; porque si no querés al plantel, no querés al director técnico, no querés a nadie entonces… quedate en tu casa. Yo cuando voy a ver a Boca saludo a todos porque te encariñás…”.

Le gustaba Bianchi por ser “un señortio con una cultura bárbara”, el “Toto” Lorenzo que le daba plata para comprase sandwichs y Basile. Pero también, “la gente de barrio, la gente de pueblo, la gente humilde, que respete a los abuelos, a los adultos y que donde hay niños cierre la boca”. La gente de Boca…

En el año 2006, dos años antes de morir, recibió una donación de parte de los jugadores Guillermo Barros Schelotto y Rodrigo Palacio: una parcela en el cementerio temático de Boca Juniors. Esto se hizo en una ceremonia realizada en el complejo Casa Amarilla, donde recibió la donación envuelta con la bandera.

Pero ya había tenido otra muestra de cariño y gratitud eterna. Cuando cumplió 72 años, un pasacalle la saludaba y la fueron a buscar en limusina. Mucha gente e ídolos había en el saludo, como el Chino Benítez, el Colorado Suárez, Nicolau y muchos más.

Por siempre Raulito

Una vida trágica, debía tener tintes de felicidad, para no ser tan injusta. Boca fue el bálsamo que le permitió continuar. Y por eso su fanatismo, por eso su amor. Por eso su entrega a estos colores. Por eso declaró que su mayor hazaña en la vida fue en una jornada bastante particular:

“(…) El día que le hice un gol a Estudiantes. Boca tenía una mala racha, ese día empataba
0-0 y dije ‘el gol lo voy a hacer yo’. Estaba el palco viejo en la Bombonera y me tiré a la cancha, se quedaron todos quietos, tuvieron que parar el partido. Yo paré la pelota y le pegué de chanfle, el arquero ni la vio. Me acuerdo que en Boca estaba el petiso Escudero y en Estudiantes Galván, el único que me corría, pero era rápida, el referí me llamaba y yo del susto me metí en el vestuario de los contrarios, los viejos me decían ‘por culpa tuya van a clausurar la cancha’, pero al final no pasó nada. La revista El Gráfico tituló: “La Raulito 1 Estudiantes 0“. Por eso, el gol que hice en la Bombonera fue la hazaña más grande de mi vida” confesó. Hablaba del domingo 13 de julio de 1980, en un partido por la segunda rueda del Metropolitano.

Ese día también la detuvo la policía. Debe haber sido la única vez que no lo sufrió.

La muerte le llegó en 2008, acompañada de su compañera “Mamita”, en el único lugar donde estuvo por voluntad propia. Un asilo del que solo se “escapaba” para ir a la cancha. Ese día, el 30 de abril, Boca le ganó a Cruzeiro 2 a 1 y los jugadores llevaron brazalete negro por ella. Los diarios titularían que Boca se había quedado con poco. Era una sutil forma de decir que estábamos un poco más solos, sin el amor y las risas de “La Raulito”.

Por eso quisimos homenajearla hoy. A 85 años de su nacimiento. Porque no queríamos hablar de ella, en el aniversario de su muerte. Existen seres que merecen tener otro reconocimiento.

Porque hace dos años en el Bar La Poesía de San Telmo, me topé con un afiche de la película sobre ella. No fue casualidad. La Raulito fue una oda al hincha de Boca.