En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el cumpleaños 116 del Club…

Leí por ahí que a Esteban Baglietto, Alfredo Scarpatti, Santiago Sana y a los hermanos Juan Antonio y Teodoro Farenga, se les fue de las manos su creación.

¿Qué se iban a imaginar esos cinco pibes lo que vendría después? ¿Se habrán sentado a pensar más que el nombre? ¿Habrán imaginado por una milésima de segundo todo lo que generarían sus ganas de tener un equipo que los identificara?

¿Qué sabían que en el Juniors acompañaría al primer amor de cuando somos pibes y pibas? ¿Cómo iban a sospechar que ellos eran los destinados a fundar la institución a donde decantarían las pasiones de millones y millones? ¿Sabía Manuela Farenga que iba a ser la que confeccionaría la camiseta y la piel de generaciones y generaciones, al coser las primeras camisetas?

¿Hasta dónde pueden llegar los sueños?

Gracias totales

Hay que agradecer. Hoy hay que festejar, pero también hay que agradecer a los primeros y a los que siguieron. A quienes fueron responsables de que Boca sea lo que es. A quienes soñaron con el slogan que hoy se nos tatúa como una máxima #DelBarrioAlMundo.

Hay que agradecer de por vida a estos cinco. Pero también a muchísimos más.

Mientras escribo esto suena “Puente” de Gustavo Cerati. Ese “Gracias por venir” que suena y suena y no cansa, si no que conmueve, es lo que podríamos cantarle a Boca Juniors. Y a los que lo fundaron. Gracias por haber venido al mundo y hacer que Boca hiciera lo mismo.

Pero hoy, en estos 116 años hay que agradecer a quienes siguieron regando las semillas del la gloria y su fruto. Gracias a los primeros jugadores que fueron engrandeciendo a Boca. Al plantel de la gira del 25, que empezó a hacerlo gigante.

Hay que agradecer a Camilo Cichero quien comenzó las obras del estadio que hoy es el templo del Mundo futbolístico. A Juan Rafel Brichetto, que nos dieron el distintivo definitivo para destacarnos en cada rincón del planeta.

Hay que agradecer y agradecer ser hinchas de Boca y a toda esa gente, que sin saber nos fue haciendo. A quienes cruzaron el puente de lo imposible a lo realizable, por el amor. Y a quienes lo usaron como un puente, para ser la conexión entre nosotros simples mortales y este amor que nos hace creer eternos, cada vez que nos hace sentir plenos.

Porque Boca – como escribí varias veces – es eso: el gol que le metemos a la muerte y le festejamos en la cara.

Había que nacer en una Plaza. Sí. Una que se pareciese a Pérez Célis o Gustavo Navone, para que se comenzara a pintar la más hermosa pintura de todas. Con ribetes dorados y un azul tan fuerte, que no nos dejara dudar de la hermosura. En la Solís, en un banco, se sentaron cinco pibes para crear algo que lograría lo contrario: no dejar sentarnos nunca más tranquilos cuando los sentimientos juegan su partido, cada vez que lo hace Boca en la cancha.

Hoy también festejamos eso. Saber que el cielo es el límite. Eso que miramos cada vez que nos acordamos de quienes nos contagiaron esta hermosa enfermedad. Padres, abuelos, madres, tíos, hermanos mayores. O cualquier persona a la que le hayamos confiado la felicidad más genuina y que nos la haya querido compartir.

Hoy también agradecemos mirando al cielo y tal vez por eso hay que festejar. Festejar que tuvimos y tendremos por toda la eternidad a un Maradona. Que el mejor exponente de esto que nos enloquece nos haya dado razones para no dejarlo de amar; ni a él ni a Boca. Es el primer cumpleaños de Boca sin Diego, desde que nació en 1960. Esa tristeza por no verlo más, se consuela sabiendo que “hay gente así tan necesaria” que siguen dando vueltas por la Bombonera, como otras personas que nos han marcado para toda la existencia: el 10 desde la luz que brilla en su palco y en el recuerdo que compartamos de momentos épicos bajo su zurda y su manto inmaculado; Julia Fieres, como la que lavaba las camisetas que los jugadores transpiraban, pero además la que sacaba el barro del sufrimiento de la gente, dejando el brillo impecable desde su casa en La Bombonera; La “Raulito” una mujer con todos los huevos y el hombre que no pudo ser con todos los ovarios del mundo, para que se sepa que el amor no entiende de género, que Boca es para todo el mundo y que las mujeres tienen lugar en nuestra historia como Beatriz Marichalar, que nos defendió en el básquet unos veinte años; el “Tano” Pascual, que fue a todos los entrenamientos como si estuviese en su casa… porque lo estaba. Somos ese tipo encargado de cuidar al escudo como se debe; el “Loco Banderita”, “Cacho” Laudonioque debe estar flameando la bandera allá arriba, agitando a los bosteros y bosteras que ya no están, para que la fiesta sea completa.

Hay que agradecerles hoy. Esta noche hay que levantar una copa en su nombre, porque continuaron el legado de los fundadores y nos pasaron la posta a nosotros, la mitad más uno del país, para cuidar lo más sagrado que tenemos. Ese fuego que arde con tanta fuerza, que enciende. (Muchas veces pensé que Eduardo Galeano cuando escribió el Mar de Fueguitos, se basó en el pueblo bostero).

Hoy hay que festejar, disfrutar y agradecer ser de esta República de Boca Juniors, dentro de lo que es la República de La Boca. Porque somos la mayoría de un país, somos como una provincia más como diría Roberto Leto. Somos gigantes, tanto que hasta para hablar de lo que nos pasa (sean cosas verdaderas o inventadas) hablan del “Mundo Boca”. Porque Boca es eso: un mundo dentro del mundo. Uno donde la pasión es la clave para entrar, lo popular es lo más importante para seguir, lo genuino es lo imprescindible y la humildad lo que debemos respetar.

Hoy hay que brindar por las amistades que nos dio Boca. Y el afianzamiento de las otras, donde Boca ha sido parte. El abrazo con el viejo, la primera vez que fuimos a la cancha; el llanto de felicidad viendo campeonar a Boca. hoy hay que abrazar a estos colores más que nunca, contar cuando fue la primera vez que lo vimos y que genere la misma magia cada vez. Día, rival y momento justo. Quienes sentimos a Boca sabremos cuando fue, cómo pasó y qué nos pasó. Inclusive si a alguno lo han llevado sin poder de razonamiento, pero sí de enamoramiento. (Quienes no lo sepan dirán que fueron a upa, nada más).

Hoy hay que festejar ser hinchas de Boca. Hoy hay que celebrar que hace 116 años nacía esto que nos hace únicos y diferentes. Este fenómeno social que nos permitió vivir situaciones que nunca hubiésemos podido hacer mejor. Esta asociación sin fines de lucro gigante como ninguna, como escribiría Marcelo, a la que le juramos una vez amarla hasta los fines de los tiempos.

Hay que festejar que Japón sea nuestro segundo Barrio, al que debemos volver. Pero sobre todo que el motor que mueva eso sea el amor más sincero, fiel y fuerte, que hizo que hayamos nacido en un barrio, que se convirtió en EL barrio del mundo. Y desde allí lo pudimos conquistar. Y ojo, no hablamos solamente de títulos. Hablamos de la demostración de fidelidad, pasión, del saber existir. Hablamos de una manera de ser y de vivir. Una manera de sufrir, de entristecernos y de levantarnos. Hablamos de ser hinchas de Boquita. Los únicos que podemos ponerle un diminutivo a algo infinito.

Hay que festejar el que no podrán igualarnos. Hay que festejar La Bombonera. Hay que festejar cada una de las estrellas. Las del escudo y las que nos permitieron ser parte de esto.

Yo te llevo

Sigo escuchando a Gustavo Cerati. Amor Amarillo irrumpe, para poder entender mejor lo que quiero escribir en esta nota. De qué forma quiero festejar a Boca, en sus 116 años, de los cuales en 32 me tiene amándolo.

“Tu aliento es mi respiración, en mi salvaje corazón” se escucha en Pulsar. Y Boca es eso, desde el 3 de abril de 1905: la pulsación de la pasión más hermosa que exista. Y el aliento de todas las gargantas que le han cantado, la respiración de quienes domingo a domingo y con cada disciplina de Boca (sea futsal, o con las Gladiadoras o con Las Guerreras, o en cualquiera) se nos corta. Boca es lo que es desde el comienzo mismo de su vida, para mejorarnos y darnos un sentido más que importante en las nuestras.

Boca es una transmisión de amor perpetua: “Yo te llevo para que me lleves, de una vida, a otra vida” le canto. Y me emociona tanto, tanto cantarle el cumpleaños con mi hija, que nadie se lo imagina. Ni lo pudieron sospechar esos cinco pibes que lo empezaron como una travesura. Porque Boca es eso: soñar a jugar y jugar a soñar siempre.

¿Hasta dónde pueden llegar los sueños? Con Boca no tienen alambrado, no saben de límites…

Gracias Boca, por haber venido hace 116 años…