En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el fuego xeneize.

Hay dos tipos de fuego: los que dan vida y los que matan. Hay diferencias también en el quemarse o encenderse algo. No es lo mismo. A una semana de los incendios en Córdoba, lo vamos a explicar mejor a continuación.

1- Un tipo va y quema unas hojas. No sé qué le pueden molestar un par de hojas secas. Total, el viento se las lleva y además…

-“Forrrrrrrrrrrrrrrrrrroooooooooooo”- me sale decir. Es lo único que nos sale cerca de las sierras para con él. Incluso, aquel al que alguna vez le patinó la “r” le sale perfecto.

Es que, hace una semana se vio un incendio extenso, incansable, voraz en Córdoba. Miles y miles de hectáreas de naturaleza muerta. La Pachamama escupió cenizas de tanto enojo y manchó, a la ya manchada capital de Córdoba. Desde la entrada de la ciudad una niebla espesa, se posó por días en “La Docta”. Encima el calor, se fue recién al final. El sol estaba tomando sol, de abajo hacia arriba.

Los bomberos pedían mandarinas y caramelos, más allá del agua. Mantener la glucosa y la hidratación, es lo mínimo que pedían los héroes que siempre dan el máximo. Mientras tanto, el Gobernador y su policía envueltos en un escándalo de narco-policías, buscaron esconderse detrás de la naturaleza. Prometiendo casas y ayuda a los damnificados, nunca dejó en claro el impuesto por los incendios que se cobran desde el agua en Córdoba.

Este es el fuego que quema. Se levantó vaya uno a saber cuánto. Desde las afueras de la capital, se veía las montañas con caminos iluminados. No eran más que surcos de fuego. Un fuego asesino, que se llevó un incontable ejemplares de fauna y flora autóctona.  Un fuego que no mide consecuencias siendo cómplice de quien lo inicia. Él se queda ahí, y va llevándose el mundo por delante. La tierra por delante. Todo lo que tenga vida.

Y duele mucho ver los lugares con ese fuego. Porque en una provincia donde la soja le gana a la naturaleza, donde los productores le ganan a la historia, donde el negocio vence a la semilla, donde las plantas pierden contra las empresas. Y contra fuegos que se llevan agua, aire, tierra.

El Dúo Coplanacu, tal vez lo resuma con su tema “Desmonte”:

Como quema el fuego el monte

como sopla el viento y quema

así queman las historias

ay ay ay de mi tierra

2 – Se respira lluvia en Córdoba. Pero es solo un respiro. Solo hay un frío, que dicen que es el último de este invierno. Y lleva nieve donde antes hubo fuego. La tierra en días pasa de un extremo a otro, y nadie le preguntó a la Pachamama si estaba dispuesta.

Es domingo y juega Boca. Eso es lo bueno del final de una semana para el olvido. Entonces uno prende la televisión y nota que la lluvia que no llegó a Córdoba, se quedó en Buenos Aires.

Y allá miles y miles van. Encapuchados de azul y oro, que enfrentan a la lluvia, para ver a Boquita. Después de una semana de cargadas y de repeticiones de errores, la esperanza se renueva. Y no importa ni el frío, ni la lluvia.

Entonces el techo es el cielo, dentro de esas paredes de gloria. El verde del campo, que no deja de ser tierra, le agradece a las gotas que caen. Y aparece el otro fuego. Ese que no se entiende, que nadie sabe quién lo prendió. Y mucho menos cómo se mantiene. Es un fuego que siempre está. Que a veces amaga con apagarse, pero no; su llama siempre se aviva. Y no importan los vientos fuertes, o si nos tapa el agua, él está ahí.

Boca juega y el fuego crece. Y crece también por las manos que quedan rojas de aplausos, por las gargantas que se salen del lugar para gritar el gol, y el abrazo con el de al lado, porque al fin Boca volvió a ser Boca. El domingo volvió a ser domingo y el fútbol hace olvidar las cosas de la semana, aunque sea por noventa minutos.

Ahí en la cancha o a cientos de kilómetros, los bosteros en un momento nos alineamos. Estamos todos en el mismo lugar y es cuando dentro de nosotros brilla y resplandece ese fuego que solo nosotros tenemos. Y que se irá pasando y acostumbrando a nuevas generaciones, seremos administradores del fuego, para enseñarles cómo llevarlo al igual que lo hicieron con nosotros.

Es un fuego eterno que no se apagará jamás. Único. El fuego bostero. Que no quema, enciende.