En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, cómo se vivió la obtención de la Superliga. Que se comenzó a ganar hace unos meses…

Miércoles 20 de noviembre

Marcelo se asombra por las lágrimas, abraza y pregunta: “¿Es para tanto?”. La respuestaes que sí. Porque debemos volver a ser nosotros. Porque la candidatura dicha hace minutos es un golpe de knock out a la pérdida de identidad, al destrato de la historia, a seguir padeciendo lo peor.

En esas horas “hay algo que sigue vivo nos renueva la ilusión/ y en el último suspiro… el momento ya llegó”, era lo que mejor canción para pintar la tarde. Esa candidatura fuel llanto en la oficina de Córdoba, irse al baño; llorarlo todo, llorar a lágrima viva, llorar los insomnios, los cachetazos, las injusticias, lo que no nos merecíamos.

Domingo 8 de diciembre

La realidad empieza a cambiar, los votos que se van contando, nos cuentan a nosotros que vamos a cantar felices, a abrazarnos después de la medianoche con lo especial, que nuestro canto es un grito de amor, que no tememos luchar. Cada voto que sale de la urna oscura es una luz de esperanza, es cantar que se fueron muchas lunas “y nosotros esperando que despierte el corazón/ que parece estar quebrado”. Pero que todo el tiempo -y todo lo que pasó- “no me aleja de tu lado”. Es volver a creer, volver a llevar la sonrisa de cada bostero y bostera como bandera. Y llevar la bandera de Boca como sonrisa.

Sábado 7 de marzo

Hace unas veinte horas que estoy maldiciendo no haber llevado la bandera de las mil batallas a Villa María. Sé que a mis 31 años eso ya debería soltarlo, pero es un bálsamo ante tanta uña mordida, nervio recibido, antesala de lo que sabemos que vamos a sentir…

Un día antes, el viernes, una señora en el tren dice: “Se nota que sos de Boca”, mientras lee en una remera: “Te quiero pero juega Boca”. Y debería decir, “lo único que quiero es que juegue Boca” y ver si podemos festejar. Al llegar a casa, la juntada de primos y las anécdotas históricas, fueron armando el escenario. Recordar es volver a pasar por el corazón, escribió Galeano. Estamos riendo y yo pidiendo: “Mañana quiero volver a pasar por el corazón pintado de azul y oro”.

Ya en sábado, para que recordemos, los preparativos previos. La organización de una velada que esperamos que sea histórica. Cuando la noche ya había llegado, quienes también llegan son ellos: Benja, Lucas y Franco. Hermanos y acompañantes en la locura bostera, que sin decir nada, hacen todo para que la ansiedad no nos mate, o me mate. “Estoy nervioso”, se le escapa a Benjamín y eso significa que lo mire a Rubén, mi viejo, para ver si está bien, porque de golpe yo no lo estoy. Necesito sí o sí que gane Boca, y que desde Tucumán lleguen buenas noticias. Quiero, que llegue en el viento Mercedes Sosa, cantándome “pero el árbol reverdecerá. Nuevo”.

A lo Boca se sufre mejor

El partido en el primer tiempo no deja mucho. Sólo chistes, charlas y la buena comida. Para digerir más rápido la cena y los nervios, hay que pararse. Hay que caminar formando un surco de ilusión, entre una puerta y una silla. Hay que tratar de que estén bien los otros, cuando el único que no lo está es uno.

Llega un gol desde Tucumán que nos alegra. Llega otro que nos impacienta. Llega el final del primer tiempo y el tiempo, que se encarga de jodérnosla.

El segundo tiempo necesita de los análisis de Lucas; del comentario oportuno de Franco; del “no chiquito” de Rubén; del pedido por algo bueno de Benja y del “Coronel la puta que te parió”. A esa altura todo ayuda para que Gimnasia no se equivoque y nos emboque. Inclusive putear a un casi tocayo de apellido o traer una camiseta de Vóley del Club, muy parecida a la camiseta del “Lobo” para mufar cualquier atisbo malo.

A los 26 minutos, después de mil veces que Lucas insistiera en no mirar el reloj con el otro partido, se lo abraza y se le besa en la cabeza. La explosión de amor es grande, nos encargamos de hacerles saber a todos que estamos ahí. Nos abrazamos, nos besamos, nos palmeamos. Nos subimos a un alambrado imaginario con Tévez, gritamos con Carlitos. (Lo perdono y le agradezco). Nos reímos. Es una risa nerviosa, pero risa al fin para esperar el final sin risas.

Faltan cinco minutos. Ya nadie está sentado. Ni siquiera “Mili”, mi vieja que se le ocurre aparecer justo en ese momento. La echo. Sus mates pueden esperar cinco minutos. Nosotros no, no aguantamos más.

Porque ganar un torneo así es empezar a lamer las heridas; es empezar a creer en quien mintió, pero a los rivales en la cancha. A nosotros nunca nos amagó en sentimientos. Es empezar a saldar deudas que nosotros mismos contrajimos con nuestra historia. Es empezar a levantarse, después de habernos puesto nuestras propias piedras.

Porque estar así, latiendo a más no poder es la certeza de que nos hirieron profundo, pero quienes nos manejaron en ocho años. No ellos, no los creadores de historias paralelas. Porque es empezar a sonreír de nuevo, sacar las broncas. porque es Marcelo, que está viendo Massacre y grita porque se termina la masacre que los anti pueblo nos hicieron; es Ale, que está en un casamiento diciéndole que “sí” nuevamente a Boca; es Marce, desde Mar del Plata que está festejando su mejor regalo de cumpleaños; es Federico, que está por ir al Obelisco a festejar, cumpliendo un sueño, al que nos subimos todos; es Débora que sale de ver a Backstreet Boys y se llega también al punto neurálgico de festejos, sabiendo que es como volver en el tiempo, ese que tiene que volver a estar de nuestro lado; Esteban, velezano que vive en Barcelona, emocionado por este logro, porque sabe lo que significa por lo sufrido; son Heber y Pedro, que “sacaron la mierda”; es Roma en San Juan, que no entiende mucho por video llamada, pero sí cuando dice “Boca, Boca, Boca” entre las primeras cosas que nombra y patea una pelota para festejar la complicidad. Y yo la nombro a ella, para abrazar con más ganas estos colores y querer transmitir lo que significa. Es mi viejo, que sale y grita, que me abraza y siente lo que yo siento.

Somos nosotros cinco ahí, siendo un mar de brazos, cuando dicen desde la pantalla: “Campeón, campeón, campeón”, los mismos desinformadores, que se encargan de comparar lo incomparable. Quienes se jugaban una fija, pero se olvidaron que nos hace grandes nuestra gente. A quien nadie le debe pedir aliento, porque nosotros estamos siempre. Y cuando vienen bravas, más que nadie.

Somos nosotros que estamos eufóricos. Que nos quedamos sin voz, que empezamos a cantar con el alma. Que nos emocionamos, que nos sentimos plenos. Que salimos a la Plaza Centenario, como hacía doce años no pasaba. Porque quería estar en La Bombonera, en mi segunda casa. Pero para volver a reconciliarme con el Boca verdadero, tenía que volver a mi casa. Y festejar con ellos, los de siempre. Los que me crecieron conmigo, los que me conocen más que nadie.

Somos nosotros en la vuelta olímpica, quienes recordamos con la foto de Gastón los viejos buenos tiempos. Disfrutando este presente sabiendo que el futuro empieza a sonreír. Somos todos y todas, inclusive Diego Maradona -recibidio como merecía- quienes están en La Bombonera, donde la fiesta ya empezó. Porque la explosión que se vivió y se transmitió nos dijo que la vibra empezó a cambiar. Que el Club vuelve a estar en nuestra vereda, que la emoción no miente, que la historia tampoco.

Somos quienes nos debíamos reinventar para volver a ser. Porque no nos fuimos a ningún lado, nunca descendió nuestro amor, sólo que nos quisieron sacar. Pero acá estamos. Somos el pueblo que volvió. Somos quienes estamos festejando a lo loco, a lo Boca. Que no pudimos dormir, porque teníamos el corazón en la mano y la alegría en la mirada. Somos quienes amamos a Boca y que el sábado, empezamos a sentir como empezó a cambiar la cosa, a confirmar lo que sospechamos en noviembre. Somos el abrazo del “Toto” Salvio a su vieja. Somos los que volvimos a nuestras raíces, a nuestras casas, a nuestros amigos, a nuestras esencias, a nuestras historias, a abrazar a quienes y lo que nos hace bien. Para volver a recordar, pasar por el corazón bostero que late a mil, para salir a la luz. Para Florecer…