Tevez celebrando su gol.

En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, Encuentro de los Abrazos… y el 12-12.

No es recomendable que el Superclásico sea en un fin de semana largo. Menos que sea en la cancha de ellos. Porque no solamente que la preocupación también es XL, como le llaman a los feriados puentes, sino porque no podes acompañar a tu equipo. Entonces buscamos no pensar, pero al no haber actividades… se piensa.

Cualquier cosa para engañar al tiempo es buena. Para que pase rápido o que si pasa más lento de lo normal, en los días previos no se note tanto. Una buena opción era ir al Encuentro de San Antonio de Arredondo. Encuentro solidario, comunitario que hace 26 años entiende que el “Nosotros” es más importante que el “Yo”. Que la cultura es el mejor cambio posible, que cuando se está en contacto con la Pachamama, la música baila y las almas festejan. Sea quien sea que cante, Raly Barrionuevo, Mariano Luque, Ramiro González… Donde el desayuno es el mate, y la guitarreada la invitación a que la música y la danza sean el convite a un momento mejor. Y mirar a los ojos a la gente, “se les observa el infinito”.

Lugar, donde se ama lo que se hace y mucho para semejante laburo. Para los artistas que cantan hasta las seis de la mañana, en una peña a cielo abierto con las montañas como paredes. Cocina que alimenta a todos y los código de todos que alimentan el alma. Donde se cantan zambas, donde los viejos se mueren por amor y no por soledad.

En el Encuentro no se pierden los hijos, sino los padres. El domingo pasaría lo mismo, nosotros festejando y ellos con la mirada perdida con Guillermo en andas y con Tevez, cada vez más grande a acá a la China. Sabiendo nuestros códigos, siendo nuestra cultura, resistiendo por nuestra casa, haciéndole frente a la tristeza, con el escudo azul y amarillo bordado en el alma.  Donde Boca es nuestro amor infinito, nuestra compañía frente a la soledad. Lo único que nos vamos a llevar cuando la muerte nos venga a buscar.

Tevez fue Gardel 

El domingo la despedida fue entre lágrimas y abrazos largos. No importaba la acumulación de tierra, pero sí de cariño. “Pachi” Herrera le cantó a los amigos, mientras se acercaba la hora de entonar el “Boca, mi buen amigo”. El encuentro dejaba promesas de volver, mientras la vuelta era obligada para ponerse el traje de nervios. Ver el súper allí, hubiese sido interesante, pero hubiese roto la paz de la reunión post cierre. Así que el cierre del domingo debía ser como debía… A lo Boca.

En tiempos de tecnologías y redes, la señal no aparece en las rutas y con ello el stress. En tiempos acelerados, el chofer entendió que no hace falta estarlo, pero justamente se dio cuenta cuando debía llegar. Un cartel de un seguro, sobre los choques y cambiar de empresa para estar feliz. La única fórmula de felicidad a esa altura, es llegar y ver a Boca para que haya un “choque de emoción”, un golpe certero, en el medio del pecho, una bocanada de aire ante tanto sofocón. Mirar el celular y ver un 1 en el escudo de Boca, era algo de eso.

Luego del verde de las sierras, el rojo era el único color en los semáforos al entrar a la ciudad. Como si se ensañaran con uno. Y ahí la pregunta: ¿Cómo hace la gente para estar en la ruta en horas del partido?

Foto @luletrocks

Foto @luletrocks

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Después del primer tiempo cambiante, había que hacer todo tipo de ritual. Ponerse la remera que siempre se pone para estas instancias, el gorro de Don Pedrín, la bandera histórica y comenzar a rezarle a los ídolos de Boca. Prender velas a “San” Madurga, para que los grifos los prendieran pero no por el calor. Pedir al espíritu de Iarley, que  baile, al de Martín que salte, al de Diego que les recuerde quienes son o cómo pierden, al de Román que maneje los hilos y el destino del clásico. Llamar con el pensamiento a Márcico que en un 4 a 2 a ellos, y en el día del Padre, se recibió de ídolo, para dar vuelta el resultado como aquella vez y que no fuesen solo las paletas del ventilador para mermar el aire denso. Luego del otro Encuentro, había que ir al encuentro de los nuestros y de la historia, para que pusiera las cosas en su lugar…

Entonces apareció Tevez que la Batalla no fuese perdida (luego del pedido de un mexicano, que estaba con Los Bosteros de la Docta, para que estuviese “calmo” y disfrutara del “ambiente bonito”) para ponerla en el otro ángulo de su arco favorito del Monumental. Para que la tranquilidad fuese tal, inclusive para Axel Werner que debutaba allá, para que Centurión se elevara con todos nosotros. Que nos abrazamos, que nos emocionamos, que nos quedamos roncos. Que gritamos frente al silencio más ensordecedor de ellos, que nos dimos una cuota más de vida, que entendíamos que si nuestro día debía festejarse había que empezarlo así… Porque estamos y siempre estuvimos más allá de cualquier resultado o logro deportivo. Que lo nuestro va por otro lado, que es sentirnos más llenos, más enteros, más plenos, más llenos de luces cuando nos conectamos con nuestras raíces.

En las sierras cordobesas, había un cartel que rezaba: “Bienvenidos… y abrazados”. El domingo a la noche, cuando en lunes se transformaba, el 12 – 12 ya era un festejo sin igual. Por el partido, por el resultado, por Tevez siendo Gardel que en el “Día del Tango” fue el mayor exponente del 2×4, por nosotros que en el abrazo nos reconocimos y por un momento, nos inmortalizamos. Porque si alguien nos hubiese visto en alguna de las 4 explosiones, hubiese escrito: “Bienvivos y abrazados”.