El equipo de Miguel no pudo desde lo futbolístico, pero tampoco desde las ganas. Y eso, es lo que más duele.

Se puede perder. Por errores propios, porque el rival es superior y hasta incluso, por la falta de suerte en el arco rival. Por supuesto que se puede perder. Pero más allá de lo que digan algunos, a veces como chicana para el clásico rival, las formas siempre importan. El hincha de Boca, a veces, no pide un juego vistoso ni que el equipo se luzca futbolísticamente. Tampoco ganar siempre, porque el fútbol tiene sus propias lógicas. Pero nunca, jamás, se puede negociar la actitud.

Así lo manda la historia y también el escudo que la Mitad Más Uno siente tanto sobre su propio corazón. Si bien es cierto que no podés llegar a la final de la Copa Libertadores sin ser protagonista y que Miguel Ángel Russo cometió ciertos errores que, a la larga, se pagaron muy caros; es inadmisible que los jugadores que representan a Boca jueguen con tal displicencia y falta de interés. Esto rige para cualquier partido pero, principalmente, para una semifinal del certamen más importante de América.

El momento del partido que se hizo viral:

La gente puede entender un mal resultado, puede entender que algunos jugadores estén pasando por un bajón futbolístico pero nunca que se camine un campo de juego brasileño cuando todavía hay chances de clasificar y soñar con un nuevo título. Al trote, con la cabeza gacha mirando el césped, sin hablar con los compañeros, sin alzar la voz cuando alguna jugada lo amerite y con una apatía que preocupa y mucho pensando en el futuro.

El Xeneize no jugó el partido que se llevó a cabo en Vila Belmiro. Desde el primer minuto, estuvo totalmente desconectado y fuera de sí. Como si ya no tuviese fuerzas para intentar, como si ya no tuviese alma y mucho menos, corazón. No se puede andar por ahí sin corazón, especialmente cuando tantos hinchas dejan el suyo para alentar por estos colores y se mantienen firmes, en cada tribuna, a pesar de los repetidos golpes en estos años.

Boca debe replantearse absolutamente todo. Qué jugadores pueden seguir en el equipo, cuáles terminaron un ciclo y deben decir adiós, quiénes pueden llegar y estar a la altura para defender la camiseta, a qué se buscará jugar de acá en adelante y cómo recuperar, realmente, la identidad que dicta la historia azul y oro. Se lo deben al club y principalmente, a la gente que nunca soltó la mano.