21 de junio de 2000, el día de la primera Copa Libertadores del Boca de Bianchi.

Los chiflidos de todo el Morumbí, el griterío típico de una hinchada brasileña que ensordece, el cómo nos subestimaron en la previa y la personalidad de los nuestros para plantarse de igual a igual.

La motivación del Virrey, las pegatinas en el vestuario, la arenga de Bermúdez y las ganas de hacer historia del ‘Nene’ Riquelme.

El gol anulado a Palermo que nos hubiese dado aire, la salvada del Vasco en la línea, la insólita pifia del Tino Asprilla y el penal que, gracias a todos los santos, no le cobraron a Samuel.

La frialdad para patear los penales, las manos salvadoras de Córdoba, la clase del Patrón para definir el asunto y el llanto de Maradona en la cabina de transmisión.

La locura de los más de 5 mil xeneizes que viajaron hasta San Pablo, la alegría de un pueblo que festejó en cada rincón del mundo y el boleto directo a Japón para jugar contra el Real Madrid.

A 20 años la Copa Libertadores de América ante Palmeiras, la primera gran hazaña del Boca de Bianchi.

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