Hace exactamente tres años, Palermo jugó su último Superclásico. Fue triunfo 2-0 en la Bombonera y, como no podía ser de otra manera, el goleador convirtió uno de los tantos. 

No era un día más ese 15 de mayo de 2011. Era día de Superclásico en la Bombonera. Y si es Superclásico, nunca es uno más, pero el de ese día era más especial que ninguno. Se trataba de uno de los últimos partidos de Martín Palermo en Boca, y en particular de su último cruce con River.

Como siempre, las ovaciones para el máximo goleador de la historia Xeneize se multiplicaron desde el momento en que el equipo que dirigía Julio César Falcioni saltó a la cancha.

El juego era parejo, pero por un error de Juan Pablo Carrizo, arquero rival, a la salida de un corner, Boca encontró el 1 a 0 sobre los 28 de la parte inicial. Todavía faltaba lo más emotivo.

Apenas dos minutos después del primer gol, vino un tiro libre de Pablo Mouche, la última línea de River despejó, Nicolás Colazo la devolvió al área, el balón aéreo superó a los defensores visitantes y por atrás de todos apareció él, que siempre estaba donde tenía que estar. Conectó de cabeza, todos sabíamos que iba a entrar. Y entró.

Palermo se abrazó con todos y todos se abrazaron con Palermo. Algunos hinchas, en la cancha o en sus casas, hasta se largaron a llorar de la emoción. Era el 2-0, era casi sentenciar la historia. La Bombonera estalló coreando el nombre del 9.

Fue una despedida perfecta para el Titán en clásicos. Boca ganó con un gol suyo y las cargadas para el rival de toda la vida, que encima se encaminaba hacia el descenso que luego se concretó, no se hicieron esperar.

Martín salió reemplazado por Lucas Viatri a los 36 de complemento, pero su tarea ya estaba cumplida. ¡Muchas gracias Palermo!

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