Palermo tuvo un partido redondito en Bahía Blanca y demostró que sigue tan vigente como siempre.

No hay con qué darle. Martín Palermo, el optimista del gol como lo definió Carlos Bianchi, se recibió en Bahía Blanca también en optimista del pase gol. El Titán fue el jugador clave que tuvo Boca para lograr su segundo triunfo del campeonato.

Cada vez más acoplado con Lucas Viatri como dupla ofensiva, fue solidario con el equipo y, por su puesto, aportó lo suyo en el marcador. Primero, a los 14 del primer tiempo, se vistió de pivot para bajarle el balón a su compañero de ataque, quien completó con una estupenda definición.

Durante un buen rato luchó como pudo en medio de un manojo de imprecisiones que fue Boca desde que, a los 18 de la parte inicial, Olimpo le igualó las acciones. Pero en cuanto volvió a tener oportunidad demostró toda su clase para romper redes. Jesús Méndez presionó en la salida del local, forzó la falla defensiva y el balón fue derechito a Palermo, para que el nueve sólo necesite elegir el lugar y así llegar a 224 goles con la azul y oro.

Finalmente, Martín cerró su irreprochable actuación cuando capturó un tiro libre pasado y de zurda tiró el centro justo a la cabeza de Juan Manuel Insaurralde que puso cifras definitivas, cuando se jugaban 23.

Se retiró a los 36, para la ovación, porque una vez más, Martín Palermo había demostrado que es eterno, inoxidable. Y aunque muchos osaron criticarlo luego de sus poco alentadoras jornadas iniciales, el Titán cayó esas voces en la cancha. Porque el máximo goleador de la historia boquense sigue vigente para marcar, pero también es capaz de jugar para el equipo.