La Bombonera latiendo como de costumbre.

En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el amor por esta camiseta.

No hay caso. Cuando uno es gil, lo es. No entran a jugar ni la Universidad de la calle, ni la académica. A veces la mente juega malas pasadas, el preocuparse demás por boludeces, o el estar ansioso te hacen eliminar los pocos dedos de frente que llegues a tener y no mirar claramente el panorama.

Si a eso se le suma diferentes tipos de filtro, para ir al Templo, la sumatoria da un resultado negativo. Un desenlace donde la mitad más uno, da menos diez. Donde 2 + 2 no son cuatro, sino que se convierten en la distancia que hay entre Córdoba y Buenos Aires.
Una de idas y venidas para que el carnet pueda ser pasado por los molinetes, y así convertirse en el pase a la felicidad, no se pudo dar. Entonces el nerviosismo típico de semifinal, se convierte en bronca, la bronca en rabia. Y la rabia recuerda un poema que escribí en 2010:

Rabia

Hoy es uno de esos días
Donde los relojes de arena se detienen,
Las agujas no funcionan,
Y uno se sabe con la rabia que da
No tener el poder de apresurar el tiempo
Y acortar las distancias.

Así, los días previos a la semifinal, con los medios o los miedos de por medio, se fueron haciendo largos. Cansadores, incesantes, infinitos de algo que deberíamos disfrutar y para peor se vuelve un tormento. Se sabe que la Copa para el hincha de Boca es una obsesión. Y que las obsesiones muchas veces tienen su costado malo. Uno sueña, o mejor dicho tiene pesadillas. El cuerpo no lo aguanta a uno y el corazón late mucho más fuerte. Si fuésemos hipocondriacos, esperaríamos todo en la cama de un hospital. Y si fuese(mos) menos boludos, hubiésemos escuchado el homenaje a Mercedes Sosa por Huella Errante. Pero ni siquiera. Por momentos, pensamos que solo lo errante es la suerte.

Los partidos…

“Pones canciones tristes para sentirte mejor” cantaba Gustavo en Adiós. Y es así. “La peor suerte” de Gabo Ferro, es en viernes la banda sonora. Suena en el reproductor una y cientos de veces: “La peor suerte es la suerte que en el tiempo nos demora, camina que en cada paso más lejana es la derrota”. Y así, volvemos a pensar en el tiempo. Eso que queremos que se vaya, y que cuando estamos de malas, se lentifica. En esta puta suerte, que no nos acompañó. Que hace tiempo, es esquiva en momentos claves. Y para colmo, se queda, nos demora.

Cuando Boca jugó en Ecuador, el rezar a algún dios. El juntarse con un amigo con el que se festejó. La cerveza para olvidar los minutos. La pregunta de mi madre sobre si iba a ver a Jairo, por la Gala del Teatro San Martín, en Córdoba. El: “No mamá, amo a Jairo pero más a Boca”. El saber que la gala bostera es más importante, pero por la gente, no por quienes lo manejan. El bajarse juegos de truco, para mentir y mentirse de que estábamos tranquilos. De que toda la prensa triunfalista –porteña, menos algunos- ya nos veía levantando la Copa. El creérnosla todo, antes de tiempo. Saber que el principal rival de Boca es Boca, no solo por errores sino por los mandatarios. Más preocupados por negociados que por los que refuerzan.

La vuelta y los preparativos para la fiesta. La represión institucionalizada para con los nuestros. Ya sarán nuevamente con el tema del Estadio Shopping. La suerte que fue esquiva, la actitud que no estuvo a la altura contra los de la altura. La tecnología que se debe usar para ver si fue o no gol y no para meter todos los filtros, dejando gente afuera. Para los que somos (boludos) cabuleros, dejar de romper las pelotas con estrenar camisetas que son más de los sponsors que del Club.

Mordemos el polvo de una forma muy dura. Veíamos en todos lados indirectas, sobre la séptima. Desde mirar series como That ‘70s show. Tratando de engañarse –uno- con las risas de una serie, que trata de una época y de una década donde se descubrían varias cosas. Y en la que Boca descubría qué era esto, de la Copa Libertadores. El 7 histórico de entrenador. CR7 levantando la Euro, el año 16 donde 1 + 6…

Habrá que curtirse y renacer. Habrá que resguardarse en momentos, como cuando se pierde el documento y buscarlo desesperadamente, antes de salir a ver el partido (uno no sabe qué puede pasar en los tiempos que corren) pero tranquilizarse al verse la remera de Boca. Y saber y entender que allí está nuestra identidad. Así hay que renacer. Desde nosotros y por nosotros. Para tener gloria más allá de 90’, para entender que si vivimos a lo Boca, una derrota como la del jueves será de las tristezas más largas. Pero cuando tengamos que festejar, en todo el mundo y la historia sabrán que Boca se levantó.

Vuelvo a la rabia de “No tener el poder de apresurar el tiempo, y acortar las distancias”. Porque ahora sí la séptima será una obsesión. Estamos contando las horas para tratarla de vos. No sabemos ni cómo llegar a ella. Y eso, es lo que más desespera.
En el libro póstumo de Eduardo Galeano, se lee su “Viaje al Infierno”. Allí, en una de muertes, visitó aquel lugar. Lugar donde prometen maravillas y la realidad es bien diferente.

“El infierno promete la gran vida, pero yo no encontré más que un gentío haciendo fila.

La larguísima fila, que se perdía de vista en esos desfiladeros humeantes, estaba formada por mujeres y hombres de todos los tiempos, desde los cazadores de cavernas hasta los astronautas del espacio sideral.

Ellas y ellos estaban condenados a esperar. A esperar desde siempre y para siempre” escribió. Para luego terminar de leer y tragar saliva cuando rotundamente define: “Eso descubrí: el Infierno es la espera”.

Ojala que nuestra espera no sea extensa. Ojala que nuestro infierno no sea tan largo.