El volante jugó un gran encuentro en Córdoba y lo pudo coronar con un gol. ¿Arruabarrena lo mantendrá en el once?

Las ovaciones no son porque sí. Ni los aplausos en Córdoba o la Bombonera. El golazo de 30 metros fue una pincelada más que Cubitas agregó a su currículum de los partidos en los que tuvo su chance. Porque desde la lesión de Erbes, el Vasco confió en él por los antecedentes pasados en los que demostró su talento.

El pueblo de Boca lo reconoce. Lo aplaude y hasta en oportunidades coreó su nombre. Andrés Cubas tiene el ADN xeneize, el que le gusta al hincha: ese estirpe característico para dejar todo por la camiseta, tirarse al piso para recuperar la pelota y siempre presionar al rival para frenar todo en mitad de cancha, para evitar futuros problemas con los centrales. Así como en su momento lo hicieron Serna, Battaglia y también Erbes.

Pero el pibe de las inferiores no sólo sabe ir al choque en tiempo y forma. También sabe dónde estar parado, como si tuviese un GPS de dónde irá la pelota en la jugada previa. Viene un pelotazo, interceptan dos jugadores y la pelota va para un lado que ninguno se imagina: excepto Cubas. Se antecede a lo que va a pasar con la jugada, hace de escoba para barrer los errores y tiene un timing envidiable para quitarle la pelota al rival en el segundo justo.

El famoso volante tapón, que retrocede para meterse entre los centrales, se queda atrás para salir jugando y trata constantemente de evitar ataques contrarios. La tarea es tan fácil de decir como difícil de ejecutar. Simplemente con la sencillez de cortar y pasar, sin demasiada elegancia, sólo para recuperar la posesión y que los demás empiecen a hilvanar la nueva jugada a favor. La dificultad radica en la precisión a la hora de ir a cortar, en la anticipación de los movimientos del rival o de la situación.

Cubas lo entiende la perfección como pocos en el fútbol argentino. Corta y juega. Se anticipa, corta y juega. Que los volantes creativos se encarguen de, justamente, idear el ataque que siempre van a empezar por él. Y ahora, frente a Defensa y Justicia, le agregó una yapa: el gol.

Con esa misma habilidad y ese GPS mental que tiene para saber en qué momento interceptar el balón, el mediocampista se focalizó para pegarle al arco, como rara vez sucede. Pese a que suele enviar unos pases largos de gran calibre, la técnica de pegada no es su fuerte. O eso parecía: despejó uno del Halcón desde el corazón del área, Cubas la bajó por el aire con el pie diestro, la estiró unos metros y, antes de que los defensores le achiquen, sacó un derechazo que puso la pelota en el ángulo superior izquierdo del arquero Arias. Imposible de atajarla.

Golazo total de Andrés (o Adrián, aunque el nombre mucho no difiera en su juego) en el momento que Boca más lo necesitaba, después del empate y sobre los minutos finales. 2-1 y a semifinales. De la mano de Cubas, que otra vez supo localizar su GPS en el momento adecuado.