Maradona, en el mejor gol de la historia.

En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el gol de Maradona.

Es increíble, que hayas cambiado el fallo de la corte de los tiempos, en tan solo cuatro minutos.

Pasar de Diablo a Dios. Pasar de demonio a un ser divino. Pasar de ser el ladrón que estaba a la izquierda de Cristo, a ser el crucificado. A ser el de los milagros. A ser el que llevaste las llagas de todos, en esa mano en alto y después, en tan solo cuatro minutos, llevarnos en las llagas de los pies. Ahí, nos tenías a todos. Los que se fueron, los que estaban, los que vendrían. Te salía sangre celeste y blanca, dejaste el surco marcado para siempre. Dejaste ganas de vivir para que en vida, y hasta que la muerte nos separe, te veamos una y mil veces por lo que hiciste ese 22 de junio a las 12:00 del mediodía, denuncias previas por esto –que jamás te perdonaron los magnates de la televisión-, frente a los 114.580 espectadores. Afortunados para siempre, en este lugar que se llama planeta.

Es inentendible que todo eso seas vos Diego. Mejor dicho, no entiendo como tanta gloria, cabe en un ser humano. Que me permito endiosar. Y mucho más que a cualquiera de estampitas, endiosar a uno que dejó su estampa por los siglos de los siglos. Es impresionante que un deportista, que no tuvo estudios ni nada, sea el generador de millones de amores. Porque, ¡vamos! Sos deportista. No tuviste ni la formación, ni la crianza, ni las formas de los buenos señores. Pero también, pudiste contra eso.

Hace 30 años, se gestaba uno de los hechos más importantes en la historia de la humanidad. Y no exagero. Cualquiera que pueda leer esto, sabe que estoy en lo cierto. Hubo cientos de años, miles de frustraciones, de momentos negativos, salvados o apaciguados en ese día. Hubo, una lucha de tanta historia. De los de arriba contra los de abajo, pero en que nosotros éramos los segundos, que todo el mundo, cuando le pregunten por esto, sabrá que estamos en lo cierto.

Porque seguramente, algunas de las mujeres del América de México, que cosió los escudos dejó algo, para que te pincharan el orgullo. “No hablo de política” decías antes, Diego. Pero vos, como yo, como todos, sabes que todo, es política. Entonces ahí, no solo estaba eso. Estaban años y años de pelear contra ellos. Fuiste el aceite contra las invasiones de 1800, fuiste la revancha de Rattín, fuiste su mano arrugando el banderín. Fuiste el abanderado del fútbol, contra el football. Fuiste la magia contra la estructura, fuiste la pasión contra los buenos modales, fuiste el pueblo haciendo abdicar a la reina, fuiste Maradona, para todo el mundo.

Porque ahí, iba esa cosa de querer ganarles a los creadores de este maravilloso deporte, era robarle a los dueños de casa, que se llenaron de cosas saqueando a otros más chicos. Fuiste, Diego, cada grito de dolor del ’82. Fuiste cada avión que dejaba sordos a todos en Malvinas, tuviste en tu zurda mano y pierna, los pies de los soldados que morían de frío. Fuiste la rebeldía infinita, frente a los que se creen dueños de la historia. Fuiste una especie de dolor –más allá de lo deportivo- para los que nos dolieron a todos los pibes del Crucero Manuel Belgrano. Fuiste Belgrano, el padre de la patria y vos el padre del sentimiento. Porque como él pudiste igualar y quisiste igualar. Porque no querías ningún tipo de dominación extranjera, ni en Malvinas, ni en la historia, ni en el fútbol, ni en nada…

Porque ese día y para los siempres, fuiste el de los nuestros. Fuiste Argentina. Con todo lo malo y con todo lo bueno. En tres minutos, o cuatro, con las otras tres. La santísima trinidad: Vos, la pelota y Argentina. Porque en vez de quedarte en el dedo acusador sin culpas, te pusiste la azul más apretada al pecho. Y en el minuto 10 del segundo tiempo –obviamente, fuiste el tango, fuiste la zamba, fuiste los grandes maestros que a tus pies se rindieron. Cambiaste el morbo, que muchas veces gusta, que muchas veces se consume, por la belleza. Por la obra de antología, filigranas de todos los tiempos en tu zurda, el fileteado que en una curva dejó la pelota atada a tu pie. Porque saliste desde nuestra casa en el campo verde, para que fuese mejor aún. Salir desde casa, en la conquista bien hecha, empezar a cambiar el primer golpe del robo, por este, a veces mucho más fuerte, que los humilla más, que no podrán pararte, que no querrán verte más, porque ese pase a la red era la eternidad hecha en un momento. Era tu primera victoria sobre la muerte.

Porque ese día callaste a los moralistas de cartón, a los colonizados con gusto, a los cipayos provincianos. Porque en los minutos 51 y 55, les diste voces a los que querían ver la eternidad en una persona, a los callados de siempre, a los ninguneados sin sentido, a los perpetuos esperadores de buenas nuevas, a los ultrajados por el poder, a los expulsados de la historia oficial.

No te puedo juzgar por lo malo que tengas, porque vos y tus hechos, son de lo mejor que tuvimos y tendremos. Porque fuiste la mano, fuiste una mano armada con pelota para un robo. Pero fuiste la excelencia en tus piernas. Porque hecho de barro y desde el barro, fuiste el Dios Universal, que no tiene ateos. Porque hay una sola religión que posee es gracia y es este deporte, como dijo Galeano. Y vos Diego. Vos… sos el fútbol.

Fuiste –como dijo- Enrique, “el que jugaba de todos”. Personalidad, humildad, soberbia ante la injusticia, injusto frente a los soberbios. Excelencia, brujería, hechizos. Fuiste la inspiración.

Fuiste el “barrilete cósmico”. Mejor definición no podría haber sido en ese momento exacto. Para

alguien que es juzgado en este mundo, por las miserias propias de los terrenales, pero que en las

felicidades, en los aciertos, no merecerás ser llamado de este planeta. Porque para acordarte de donde venías, tuviste una concentración sin agua caliente, con el techo que se caía. Porque te acordaste de todo eso, en esos 10.6 segundos. Sí, no podían ser más ni menos. Pero sobre todo sabías hacia donde ibas.

Ibas gambeteando a los creadores de las reglas, de las marcas, de la técnica, con tu magia. Ibas “hacia la victoria siempre”. Ibas con ella, tu fiel compañera, tan hermosamente tratada por vos, la que sabía lo que querías y viceversa, frente a ellos, que la habían creado, pero sin más. Eras el que le daba vida, como en un cuento de hadas. Ibas yendo, mirando a todos, y todos mirándote. Frente a los eruditos, a los que creen saber, a los que te castigaban, a los que te defendían. Ibas, con el recuerdo del gol con la mano, pero sobre todo el comentario de tu hermano, que años antes te había dicho –frente a una jugada igual- que pasaras al arquero. Ibas a ser leyenda, a ser el dios del pueblo, con aciertos y defectos, ibas a escribir la historia, para que no la hicieran por vos. Ibas a la eternidad, ibas a matar a la muerte, que también pasaste entre tantas piernas y no te diste cuenta.

Fuiste un robo… de emociones. Y Fuiste poema, fuiste el relato hecho canción, la voz de Víctor Hugo siendo eterna, como tus brazos al cielo, como tus piernas en la tele, como tu estela en la cancha, como tu voz en el oído del viento, como la brisa que ibas dejando y decía cosas. Fuiste lo peor y lo mejor, y no cualquiera puede con eso.

Hoy festejamos que fuiste Dios y fuiste Diablo. Algo que- como dijo Galeano- sucede muy de vez en cuando. Hoy festejamos 30 años de aquel día en que se dijo la célebre frase: El que le roba a un ladrón (inglés, pirata e invasor) tiene mil años de perdón. Con la mano o con la zurda, eterna, de este pibe nacido en Villa Fiorito, para endiosarlo.