En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, dos personas que se unen por Boca. Este escrito es una especie de catarsis. Sobretodo porque el protagonista fue conocido en la final de Boca de este miércoles. Y porque la escribo en el fin de una semana bastante movida, por cosas personales y por muchas de público conocimiento como la ida de Juan Alberto Badia. Hincha de River como pocos pero, una de esas personas que no entiende de camisetas y va más allá de dos colores. Desde acá un agradecimiento eterno a uno de los ejemplos a seguir en mi profesión/oficio/pasión.

“Silbar me salvó”

Pibe, ¿de dónde son?- Decía mientras yo estaba nervioso por el adicional que no había comprado y que, por ende, significaba no entrar a la cancha después de varios kilómetros. De Villa María. Eh, Villa Nueva. Yo soy de Villa María y la peña es de Villa Nueva, es al ladito de la primera. – Dije en clara señal de que no andaba de ánimos para hablar con nadie y menos en función de GPS humano. Pero de entrada me cayó bien y entonces me di cuenta que usaba una boina. Me dije, tiene cosas de Severino Varela, o por lo menos la boina. Pinta de carnicero, sin delantal, terminó siendo albañil. mis sospechas se fueron me dijo “soy albañil”. La boina le daba un toque más romántico a este tipo que no se podía llamar de otra forma. “Carlos” me dijo y no hacía falta más. Hay dos Carlos que en mi vida me marcaron (desde lo deportivo) Bianchi y Tevez. Pero el primero me dio siempre esa imagen de sabio, de alguien con más vidas que la normal, con un consejo a mano. Y este, que tenía sentado al frente, no variaba mucho. Ya de entrada se veía que era un tipo laburador, “peronista” y que las vivió a todas como poner carteles en Bolivar, allá por 2001 luego de la crisis para hacer cosas, para levantar paredes y que le pagaran en un año, me contó de su vida en Pehuajó. Entre charla y charla ya la confianza se agrandaba y uno estaba sentado ante una especie de abuelo. Canoso y con una sonrisa para terminar todas sus frases e ideas, que hacían que me olvidara de ese adicional que me faltaba. La mesa redonda de Coca – Cola era la base para que me graficara en el aire, su casa, la de sus hijos, las historias, las vivencias. Las veces que iba a la cancha de chico. Sus manos bailaban, y jugaban con la botella de gaseosa. Entre una cosa y otra las charlas de él se mezclaron con las mías. Mis trabajos en el diario, las convicciones, los ideales, política, nostalgias de amor (léase mujeres), enamoramientos, historias de vida que se tiraron en la mesa en un rato. “Sos joven vos. El tema es que hagas lo que te gusta y lo hagas con gusto”. Comentó. “Es obvio que ahora te desesperas por la plata, por el trabajo, pero todo llega Juanjo, todo llega”, decía y me ponía el ejemplo de sus hijos.

Ningún fantasma

Entre tanto y tanto Boca se filtraba. Era obvio que iba a pasar eso. Y la hora de ir a la cancha se acercaba. Mi adicional aparecía, cada vez más cerca y él empezaba con sus consejos. Como si yo fuera un hijo más, un nieto. El que emulaba a la “Boina Fantasma” uruguaya, él que me hizo acordar a las imágenes de Severino que veía en la historia de Boca. Él que me hacía acordar a Bianchi, con sus tiempos, y sus palabras hilvanadas de buenas maneras me comenzó a aconsejar. “Mira, hay dos cosas que te voy a decir. Primero que el peor enemigo del hombre es la almohada. Todos van ahí por las noches y discuten con ella. Se piensan las cosas buenas y malas y no hay nada como poder dormir bien, sin cargos de conciencia”. Comentaba mientras enunciaba la historia de encontrar a su primera mujer para darle la plata que le correspondía de la casa y que allí, después de años estuvo más tranquilo. “Otra cosa pibe, cuando ya mi familia no estaba formada, al otro día me levanté para ir a trabajar y llegando a la esquina me di cuenta que me faltaba algo. Y era el silbido. Yo soy alguien que silba todo el día, en la bici, en el auto, caminando. Eso es alegría y me acuerdo que dije ‘vos vas a salir’ y empecé a silbar de nuevo. Así que no importa si estas mal por una chica, o por trabajo, o lo que sea. No dejes la alegría y seguí haciendo bien las cosas para poder acostarte y que la almohada sea una buena amiga” sentenció. A la noche lloré el gol del Corinthians. En la cancha me sentí apenado. Una cruda cachetada y los recuerdos de esa semana agitada me golpearon. No pude silbar, tampoco lo intenté creo. En el colectivo la almohada me hacía ruido, las cosas que uno hace, que dijo, que pudo cambiar y no y demás. Las palabras de Carlos. Un amigo de la vida que me dio Boca. Ahora mientras escribo esto pienso. Ojalá que gane Boca. Así en la almohada no pienso el partido. Ojalá que gane así silbo. Pero sobretodo pienso, ojalá que pueda yo cumplir esas cosas que me dijo. Boca ya me ha hecho silbar de felicidad y dormir tranquilo muchísimas veces. Gracias Carlos. Gracias por las ideas que se formulan debajo de tu boina.]]>