En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el festejo por la estrella 66, justo a diez años de la última Libertadores. 

“Si diez años después te vuelvo a encontrar en algún lugar, no te olvide que soy distinto de aquél pero casi igual”…

Así empezamos el martes feriado. Recordando el llegar al cielo con las manos, o con los pies de Román. Una década atrás éramos campeones de América por última vez y el líder nos hablaba al mediodía. No para detonar ninguna bomba, sino para apaciguar las aguas. Sabiendo que a horas de campeonar, no había motivos para hacer declaraciones explosivas desde algún sillón, en alguna parte del mundo. Ya sea Don Torcuato, Dubai o China…

La tarde empezó a ponerse más fresca. En actos oficiales pedían más fe, para los tiempos que vienen. No es una buena señal. Mientras nosotros esperábamos que la fe en el equipo, que varias veces se puso en duda, definitivamente se concretara.

Diez años atrás, en Córdoba y en todas partes era una fiesta. La tarde, quería que dos lustros después, volvamos a alimentar ilusiones. Sobre todo, después de una Libertadores que nos sigue doliendo, por la manera de regalarla…

Cosas raras depender de un rival para festejar. Pero por momentos era lógico pensar, que un campeonato tan particular como este debería terminar así. Festejando sin jugar, luego de tanta espera entre semestre y semestre. No sabíamos si la primera parte del torneo había sido en 2016 o 1996. Pero es que hasta en el juego era muy pasado, porque allá y hace tiempo Tevez y su grandeza, nos hio ilusionar realmente con el campeonato. Él y su clase encaminó a ganar tres clásicos seguidos, golazo inclusive contra ellos. Tuvo sus razones para irse, pero desde su partida el equipo no fue el mismo. Y así y todo no largó jamás la punta…

 

Diez años después mejor reír que llorar

El martes 20, pudimos festejar el torneo. Nos merecíamos este festejo. Porque venimos de años duros, de un campeonato que nos hizo pasar por todas las sensaciones. De un técnico que amamos, pero que por momentos no nos daba garantías. Menos cuando las lesiones pasaban factura, o caprichos con algunos jugadores. Pero pudieron cambiar a tiempo él y él, ellos y así cumplir con la promesa de Guillermo 10 años antes, entre lágrimas de que iba a volver para ser técnico y ser campeón.

Hay que festejar, porque encontramos un delantero que ama los colores. Que inclusive, en tiempos donde la moneda es lo único que importa, aportó para su pase. Benedetto fue la figura del torneo bostero, goles claves en partidos chivos. Luego de la derrota en el súper, contra Newell’s era el partido que había que ganar… y él lo ganó.

Porque apareció Barrios y no necesitó mucho, para aprender y entender lo que es Boca. Nos hace recordar a los grandes colombianos. Juega como jugaríamos nosotros. Mete como hay que hacerlo, la de Boca parece estar pintada en el cuerpo. Hubo más claves para entender esta nueva estrella, pero dejemos eso para más adelante. Porque todavía la fiesta sigue, para que nos hagamos amigos de ella, que la tuteemos, que ya es nuestra.

 

Andarás bien por la 66…

 

Torneo largo de alegrías cortas. En el fútbol todo lo bueno se desvanece pronto. Al otro día, estábamos ya con la cabeza en la Copa. ¡Error! Sigamos disfrutando, porque somos los que más campeonatos tenemos. Porque pese al frío y al presente, la mayoría del país tuvo una sonrisa gigante. Porque la justicia existe y decidió que no toquen nuestra casa.

Porque hubo un periodismo que operó a favor de ellos, que quería “punteros virtuales”, que se nos acercara el hijo eterno. Porque pese a todo, nos repusimos. Jugadores, hinchas y cuerpo técnico. Mientras el alto rango de poder, andaba de vacaciones por ahí. Porque el destino quiso que el 20 de junio, nuestra bandera estuviese en lo más alto. Que si bien no fue como en la Copa, nos encontró el mismo día disfrutando, ser los mejores y más grandes del país. Festejando habernos reinventado, el placer de la gloria, el minuto que no se escapa, de lo que llevamos bien adentro, de lo que nos mueve el alma. El matutino de Córdoba, así lo demostraba. “Un grito de corazón” fue el título, y quien escribe en la portada. Lo segundo es lo de menos, lo primero es lo que basta. Que el corazón grite chocho de contento, que bombee más sangre en estos momentos, que explote si hace falta. Pero que sea por nosotros y esta dicha perpetua, de sentirnos que traspasamos todas las realidades paralelas, todas las esferas del tiempo, todo lo que cuenta la gente amargada.

Porque somos Boca. Somos 66 veces Boca. No hay nadie que pueda decir lo mismo. “Porque La vida es una gran sala de espera, la otra es una caja de madera” como escribió Calamaro, como siempre cantamos. Porque tenemos la única felicidad que nos proporcionará la caja de madera, y es habernos sentido infinitos en la “sala de espera”. Por y gracias Boca. Por momentos como el martes, por los que se han ido hace tiempo, por los que siempre soñamos, en cada nuevo encuentro. Encuentro con los nuestros, con los que abrazan y lloran, con los que putean y se ríen, con los que se ofenden y rezongan, con los que no hablan y sufren, con los que dicen estar tranquilos y no pueden con la espera. Una espera de diez años, que mermó –un poco- al saber que el escudo se agranda.

“No se puede vivir de otra manera, porque si no la gente no se entera”. Vivamos Boca. Que se enteren tod@s, de que queremos volver a empezar. De que nos miramos a los ojos entre nosotros y a los otros, y podemos decir: “Si diez años después te vuelvo a encontrar en algún lugar,no te olvide que soy distinto de aquél pero casi igual”. Que eso significa, también, que los de abajo son gashinas y no nos pueden alcanzar.