En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, catarsis bostera. Uy Catarsis bostera La bandera que hace 15 años acompaña a uno sobre la cabeza. Tapa los ojos. Ojos que no quieren mirar, no quieren ver. Tapa los oídos que no quieren escuchar. Los gritos del vecino del frente recién ascendido. Esa bandera gastada, manchada por los años, tantas veces apretada, tantas veces llorada, tantas veces festejada ahora está ahí. Como un manto sagrado que no se quiere sacar. Y que cubre las lágrimas que se acercan a la P de Pepsi  de esa remera que vio festejos y se convirtió en una cábala de urgencias. Uno llora. Llora con ganas. Con fuerzas. Con tristezas que no conocen el límite. Uno llora y putea. Se cae. Se arrodilla. Busca una explicación. Busca algo que le diga que no fue así. Que la realidad está trastocada por una mano odiable. Y sigue llorando. A los 23 años como hace 15 años. Uno se acuerda de eso, de que por eso se enfermó. Que se enfermó por lo mismo que lo curó. La cura fue una vuelta olímpica y las tristezas la falta de ellas. Se llora la noche, la incomodidad. La impotencia que tiene uno y que se la quiere sacar. Pero llora y se da una cadena donde la impotencia vuelve. Y el llanto también. Es algo casi infinito. Es un sufrimiento constante que se suspende cuando el amigo que sí sufrió cosas en la vida, pide que le abra para irse. Él también está triste. Es más duro que yo y sufrió por cosas más jodidas que a uno hasta le da vergüenza por mostrar esa imagen. Pero esa imagen vuelve cuando uno sube a solas. Esa soledad fría, engañosa es la que lo deja a uno con una angustia a cuestas difícil de llevar. Y el llanto vuelve. Y debe ser llorado como dice Girondo: Llorar a lágrima viva.  Llorar a chorros.  Llorar la digestión.  Llorar el sueño.  Llorar ante las puertas y los puertos.  Llorar de amabilidad y de amarillo.  Yo diría llorar de azul y amarillo. Son las cuatro de la mañana y Córdoba está en silencio. Ya varios bosteros que festejaron la pasión en el Olmos se fueron. Y uno revive jugadas y piensa que hubiese pasado si…. No hay caso. El sueño no viene. O no lo dejamos que llegue. Hasta se respeta ese dolor que produce Boca. La cara sigue recibiendo algunas lágrimas. No vaya a ser cosa que no se llore y queden ahí. Uno las insulta. Insulta su cambio de condición. “Antes eran de alegría la puta madre”. Insulta. Por lo bajo. O sin voz. Porque necesita insultar. A todo. A todos los que se opongan a ese insulto. Menos a los jugadores. Menos a los bosteros. Se insulta a la angustia. A la almohada que está mal acomodada, a las sábanas que se escurren por el piso. Al frío que entra por la parte del pie izquierdo que se rebela al cuerpo y sale de la cama. Entonces uno se acuerda que había logrado dormirse e insulta. Es tanta la angustia y la impotencia que ni uno se aguanta. Se molesta.]]>