En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el verano, el amor y la pasión por el Xeneize.

Suele ocurrir que en los veranos se da una de esas discusiones que uno nunca entiende, porqué no se sabe donde nacen ni hacia donde van. Discusiones calurosas que siempre o casi siempre termina en la conclusión de que no sirven, o que dejan mal a los participantes.

Obvio que no quiero que esto se convierta en una de esas revistas del corazón, aunque este último tenga mucho que ver en este escrito. A lo que iba es que yo conozco un tipo de amor. Es uno de esos amores que no gusta de tener etiquetas, rótulos, nombres. Es un amor que es especial.

A muchos les ha pasado que al estar enamorados, en los primeros tiempos, la obsesión llega a golpearnos la puerta y se quiere ver a la otra persona, sí o sí. No importa si mucho o poco –prefiriendo lo primero- basta con escucharla, verla, sentirla para que confirme eso que se siente.

Este amor del que les hablo no tiene nombre. Solo tiene colores. Dos colores que trazan de punta a punta la vida de los enamorados. Dicen que la pasión es el color rojo, pero déjenme que ponga en duda eso. Para mi es azul y amarillo. El amor del que hoy escribo es Boca. Boquita, para quienes lo tratamos con más cariño.

Boca es ese amor que no entiende de tiempos. Que no entiende de distancias, de edades, de razón social, de color de piel, de religión. Boca es la razón, lo social, la piel, la religión para sus enamorados. Esos que no fingen nada de cariño y tienen esa intensidad y ese nudo en el estomago cada vez que entran a la Bombonera. Sienten lo mismo que la primera vez y el orgullo llega cada vez que se ponen la camiseta gloriosa, por más que estén 8 de los 7 días de la semana con algo del club –como es mi caso-.

Boca es así. Un amor de verano. De esos que te impactan, te dejan en estado de shock. Los que te hacen “perder la cabeza” y pensar de más en ese club. Pero a diferencia de los demás “amores de verano”, cuando se vuelve de las vacaciones se sigue con el curso de la relación. Relación que vale decirlo, es la más fiel de las relaciones fieles. Porque pueden pasar mujeres y hombres y de hecho que pasan en la vida de cada persona. Pero Boca, Boquita siempre está. Siempre se sigue, siempre se lo tiene al lado y nos tiene al lado. Aún cuando las cosas no van del todo bien. Aunque a veces en esa pareja se entre en crisis y se discuta gritando con miles al mismo tiempo. es ahí cuando se vuelve a apostar y a decir : “Intentemos de nuevo”.

Boca no entiende de estaciones, de días, de noches. Boca no sabe de excusas para no verlo. Boca esta ahí porque nosotros lo hicimos así. Porque nosotros lo amamos así. Intensamente como cuando sellamos ese amor con la sangre, con las lágrimas, con un gol gritado, con una bronca entre los dientes, con el corazón en la mano. Corazón que se lo entregamos a más no poder.

Si esto no es amor ¿qué carajo es el amor?

Una vez escribí que el amor a veces tiene grado de locuras. Porque es una pasión. Boca reúne esas palabras en sus iniciales. Locura de viajes y kilómetros hechos, partidos de verano, de estadios conocidos de memoria pero que son una aventura cada vez. Y tal vez se resuma en esto la idea que quiero plasmar, o no. Boca es una relación donde la rutina esta a la orden del día. Todos saben que la rutina cansa y desgasta. No así en La Boca. Lugar de encuentro domingo de por medio, para ir al mismo lugar, con la misma bandera, la misma camiseta que se usa desde el campeonato anterior para no romper cábalas. Maradona dijo una vez que lo único que le faltaba hacer con Boca era el amor… Y creo que varios nos anotamos en esa lista.

Boca es una rutina. Un amor predecible. Pero en eso reina la aventura. La emoción de ser de Boca. La intensidad de amarlo como no amaremos muchas cosas en la vida. Y por eso nunca dejará de ser una aventura. La más maravillosa de todas… Nunca dejará de ser nuestro amor. El más maravilloso de todos…