En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, la consagración en la Libertadores 2007. Ah… Pero ustedes tendrían que haber visto lo que fue Córdoba ese día. Hace exactamente 8 años, la docta se llenaba de color. Mejor dicho de dos colores. Los nuestros. Ah… Pero ustedes deberían haber estado ahí. Porque una cosa es que se festeje algo de la Selección con una multitud que no alcanzan ni todas las fotos para contarlo. Pero que haya habido tanta gente por Boquita fue de lo más impactante. Mi primer festejo fuera de mi Villa María natal y eso que impactaba. Que entraba por todo el cuerpo. Que se iba a los ojos. Llorosos de tanta gloria, de tanta felicidad. Uno vivía frente al televisor los dos goles de Román y lloraba. Un día antes le sacrificaban a uno su mejor amiga de toda la vida. De un día para el otro las lágrimas cambiaban de sabor. Y uno ahí. Llorando arrodillado en un octavo e insignificante piso. Pero gritándole al mundo lo que pasaba. Que se enteraran de que Boca conquistaba una vez más América. ¡Checho… Nos pelamos!  Fue lo que alcancé a decirle a un amigo con el que había prometido dejar mi cabellera en el suelo con tal de ver a Palermo levantando una vez más esa Copa. El bailecito al “gashina” del frente que me había gritado goles de un partido contra Argentinos Juniors. Le bailábamos y había que ver su cara. Tenían que ver la cara de un anti – Boca viendo como sus ilusiones de que se opacara ese día no se daba. Las escaleras, los ascensores se llenaban de bosteros. Córdoba era un cuarteto de alegría. Era un canto a Boca. Se llenaba el punto de festejos. Y de qué forma. Llegaban y llegaban. Parecía una marea de azul y oro. Y no paraba. La gente arriba del semáforo. Arriba de los monumentos. Debajo de un cielo que tenía una estrella más, brillante. Bien amarilla. Bien dorada. Y los cantos. Y el éxtasis. Santiago sentía que una mano prohibida le robaba su teléfono. Y se iba a la policía a hacer la denuncia, pero se iba contento. Era campeón de América. En Córdoba era un solo grito… ¡Boca! Boquita sacaba lágrimas. La gente se abrazaba y ahí frente a la Casa Radical, peronistas, radicales, los de derecha, los de izquierda se abrazaban. Olvidaban sus diferencias. Ese 20 de junio todo estaba bien. Y más si Riquelme era profeta en tierra brasilera. Benjamín me abrazaba… como varias veces en varios festejos. Mi amigo de toda la vida, junto al amor de mi vida. Boca y él se juntaban en ese miércoles que de frío tuvo poco. Un Papá Noel de Boca con la careta de Bianchi, los contenedores de basura del centro con sus ruedas se transformaban en un vehículo ideal para dar la vuelta olímpica. Las calles más transitadas de Córdoba se poblaban de peatones felices. Los autos se amigaban y con sus bocinas y banderas se estacionaban donde podían para seguir el festejo. Uno volvía a su casa a las 4 de la mañana. Veía enterito el partido de vuelta. Y a las siete firmaría una libreta en la Facultad con una bandera, la camisa de la promoción de un año atrás y un sombrero de Boca. La profe de historia se preguntaba por mi felicidad. Al entender la me pedía por favor no distraer a mis compañeros que rendían. Pero volvamos al miércoles 20 de junio de 2007. Esa noche no fue una más. Allí me di cuenta de lo importante que era Boca a nivel Internacional. Mejor dicho lo reafirmé. Porque no fue una casualidad que ese día de la bandera Boca flameara de la mejor manera la de Argentina y en Brasil. No todos los equipos se dan ese gusto. Casi ninguno diría. Entonces uno veía Córdoba llena de banderas azules y amarillas. Ese era el día de nuestra bandera. Que se conjugaba con la hecha por Belgrano. Que si hubiese visto fútbol sería de Boca, como los héroes de la Patria de esa noche. Ah… Pero tendrían que haber visto esa gente. Esa tonada con las palabras alargadas cantando por Boca. Esas banderas bosteras, que realzaban a la celeste y blanca de la mejor manera fuera del país. Como siempre…]]>