Un análisis de las equivocaciones y reiteradas fallas que el equipo de Russo debe evitar cometer para soñar con lo que viene.

Tras el empate ante River en la Bombonera, Boca debe replantearse varias cosas de cara al futuro. Está claro que el equipo de Miguel Ángel Russo tiene distintas caras y puede modificar sus formas dependiendo del rival que esté adelante. Esto, pensando en los distintas compromisos que deberá enfrentar, puede ser muy beneficioso y también causar distintos problemas que compliquen una clasificación.

Con poco menos de un año de trabajo, el equipo todavía depende de sus grandes individualidades y el DT aprovecha para, sobre la marcha, darle sus pequeños retoques cuando cree que hay fallas. Un ejemplo claro se dio con el doble cinco inédito en la vuelta ante Racing, cuando Pulpo González reemplazó a Nico Capaldo y se entendió casi a la perfección con Jorman Campuzano, haciéndose dueño del mediocampo.

Más allá de esto, hay detalles que todavía parecen necesitar mejoras. El compromiso para defender de todo el equipo o para retroceder, en el caso de los delanteros, no siempre es perfecto. La falta de eficacia frente al arco rival, también puede terminar pagándose caro en partidos claves por la Copa o algún título en juego. La tardanza del DT para realizar algunos cambios que despierten al equipo o los jugadores en distintas posiciones a las naturales, cada vez toman más implicancia en el desarrollo. Y principalmente, lo que no puede volver a pasar, son las expulsiones infantiles que compliquen sea cual sea el planteo.

Las acciones de Jorman vs. River:

La primera fue de Wanchope Ábila, por un amistoso de verano frente a Universitario (2-0), que trajo grandes molestias en el entrenador. Luego, en la vuelta a la Superliga, Cali Izquierdoz realizó una fuerte e innecesaria patada contra Independiente, que complicó la situación del equipo y la lucha por el título. Lo mismo con Obando e Izquierdoz vs. Talleres en la Copa Maradona (derrota por 1-0 en la Bombonera) y la última, por dos codazos violentos frente a River, de Jorman Campuzano. “No podemos dar ese tipo de ventaja”, sentenció Miguel.

Aún así y a pesar de no imponer su juego ante el clásico rival (28% vs. 72% de posesión), el Xeneize tuvo ocho chances muy claras: cuatro en igualdad de condiciones, dos jugando 10 vs. 11 y dos más cuando se fue expulsado Enzo Pérez. En cambio River, que sufre cuando lo atacan verticalmente, solo tuvo cuatro. Esto indica que el campeón puede ceder la posesión de la pelota y aún así ser punzante, mostrando toda su jerarquía en ataque y firmeza en defensa. Retocando esos detalles y encontrando el pase limpio para que los de arriba no fallen, hay motivos para volver a soñar.