En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, lo que generó Boca en tierras cordobesas, desde adentro. Boca causó sensación en Córdoba. Desde los infiltrados que compraron entradas, hasta los 500 que fueron  a ver el entrenamiento el lunes, todo fue azul y oro. Un repaso por los momentos que Boca fue protagonista en La Docta. Jueves 23
17 mil plateas quedaban para vender. Desde las 18 del miércoles la gente hacía cola para llegar tener el ticket tan preciado. Muchos pasaron la noche, muchísimos la jornada a paso lento, mientras el corazón era más rápido con sus latidos. Porque muchos de los que estaban ahí, eran bosteros. A las 11:30 de la mañana la fila daba toda la vuelta al Gigante de Alberdi. Con camperas de colores diferentes, y callados, los bosteros se podían reconocer. Franco y Federico, dos cordobeses azules y oro, eran algunos de los que estaban allí. El primero también -infiltrado en partidos anteriores-, trataba de tranquilizar a su madre que lo llamaba para ver si estaba todo bien. El segundo, no aguantaba el calor, pero las camperas no se las sacaba “ni en pedo, abajo está la de Boca”. El vendedor de la esquina de la cancha de Belgrano, no tuvo buen negocio. Por más que ofertara a cualquier precio, muchas respuestas fueron: “Disculpame, soy de Boca”. No importaba el frío, ni el pasar inadvertido. Boca merecía, lo que se estaba haciendo… Sábado 25 En un lugar de congestiones en Córdoba, había más congestión de lo habitual. La gente, por más que parezca raro, pasea en shoppings. Salen del encierro de sus casas para encerrarse a ver vidrieras que ofrecen productos a precios elevados, sabiendo que no van a comprar. Afuera del Shopping Nuevo Centro, hay más de miles de hinchas cuyas vidas y placeres van por otro lado. Desde las seis de la tarde, la agrupación Córdoba Xeneize organiza todo el colorido, y se le suma la Peña Córdoba Azul y Oro
. Las vallas de contención, lo único que contienen es el físico. Con lo demás no puede. La voz, la pasión, la emoción, se dejan ahí. Frente al hotel que hospedará a los jugadores de Boca. No importa si se demora el vuelo o el micro. Por momentos parece que es una excusa que llegue Carlitos Tevez y los suyos. Lo único que vale la pena es festejar… disfrutar vivir por esos colores, por esa gente que se junta pese al frío y al viento. Saltar, cantar, sentir… Vivir a lo Boca. De golpe las escalinatas del shopping parecen una popular. Falta un gol imaginario para que se desate una avalancha y ahí sí ya se está en la primera bandeja de la cancha, cuando de golpe sirenas y la gente desde adentro del shopping mira como horrorizada o admirando. Sacan fotos como si fuesen turistas japoneses a la gente que agita, a los fuegos que se tiran, al color y al calor que se pone cerca de las 21:00 hs, cuando los jugadores de Boca bajan del micro y se instalan en Córdoba. Lisandro Magallán usaría las redes sociales para definir lo que es: “Increible!”. De fondo suena el final de una canción: “Los que hacemos la movida, Los Bosteros de la Docta”. Domingo 26 No hay cordobés más ilusionado que el hincha de Belgrano, en esta época del año. Pero también no hay persona más ilusionada que el hincha de Córdoba con la vuelta del jugador del Pueblo, y más si lo ve poco en la cancha. Así el domingo por la mañana se amanecía más raro que de costumbre, cuando juega Boca en tierras mediterráneas. La Reserva paseando en horas del desayuno cerca de La Cañada, topándose con algún resistente al dormir luego del baile del cuarteto. Los domingos de Córdoba
se olvidan del ritmo vertiginoso de la semana, y hasta da gusto ir por la Peatonal con los negocios cerrados. Pero no deja de ser un domingo. Día gris si los hay, por más que el cielo estuviese celeste. Tan  celeste como la mayoría de las camisetas que se empezaban a ver en pleno centro. Pero hay una diferencia sustancial, a la tarde juega Boquita. Son las 18:30 y ya el cielo se va apagando, pero la marea celeste cambia de posición. Ahora está abajo, en los miles que van embanderados de Belgrano. La ida en colectivo fue más o menos tranquila, pero uno pispea el celular con fondo de Boca y clava la mirada. Entonces hay que dejar que el sonido de llamadas o mensajes pase a ser un ruido molesto, con tal de no atender. Afuera del Mario Alberto Kempes
todo es del “Pirata”. Todo. Desde el vendedor de praliné, hasta el que ofrece una entrada a pocos metros del policía con una simpleza que sorprende. El que ofrece cigarrillos tiene las tiras celestes y negras que le llegan a la cintura, solamente alguien que venga de otro planeta dudaría de que sea cordobés. La tonada más profunda, ese cantito que distingue, se potencia y uno se acuerda de donde viene. Uno es cordobés. Todo es lindo, pero lo único que lo hermosea es saber que va a ver a Boca. En el estadio donde debutó Carlos Tevez, uno va a debutar verlo en vivo. Entonces la felicidad invade, trata de no asomarse mucho, pero está.  Pero las palabras también debutan. Luego de mucho tiempo, se cruzan palabras con Walter Saavedra. El poeta de La Boca, de la radio, de los partidos. El que relata y relatando va armando las mejores formas de explicar los momentos de Boca. A esa altura, la credencial ya se deja ver. Que todo Córdoba sepa que el amor primero y último es Boca. Entonces la primer conmoción. Sale el equipo al precalentamiento. Y ahí está él. Había que ver eso para entenderlo. Volvió Tevez. El que hace dos meses jugaba una Final de Champions League ahora está a metros, jugando de nuevo con la de Boca. Siendo uno de los máximos exponentes de esto que nos pasa, de esto que nos emociona, de esto que… los otros aplauden. El único jugador ovacionado por todo el estadio, sin contar los piratas. Y es que Belgrano también es popular y lo reconoce como uno de los suyos. [youtube]https://www.youtube.com/watch?v=JatNGN35yRM[/youtube] Las miles de luces de una recibida tan particular como pintoresca, da el inicio. Pero el verdadero comienzo de toda la procesión interna se da con la segunda conmoción. Entra Boca. Emoción, excitación, cosquilleos en el cuerpo y… silencio. ¡La puta madre! Justo para nosotros que sabemos bien esa frase que cita: “El silencio no es mi idioma”. Pero no importa. La primer desubicación es esa. Cantar el “Boca mi buen amigo, con la complicidad de Denis al lado, y con Pablo Blase atrás. Que mira como diciendo “¿Qué mierda haces?”. Solo estaba siendo Boca… [youtube]https://www.youtube.com/watch?v=p6Pl3emzRWw[/youtube] El partido es lo que se preveía, trabado, raspado, y complicado. Como todos los que se dan en Córdoba. Entonces nadie llega con claridad, y no parece que pasa nada hasta que… Gooooooollll!!! Gol, de Gago. Sí, sí. Muy raro, como el grito. Cuidadoso pero grito al fin. Y el tipo de 85 años de adelante, mirando de reojo e insultando por el grito. Y allá atrás a dos escalones un tipo muy grande que mira hacia donde estamos, porque los periodistas partidarios como “Turco” Alaluf no hacen ninguna mueca. Ellos que son conocidos no se hacen ver, y uno que nadie juna se destaca por esos movimientos epilépticos que genera ese gol. No se puede gritar como WalterGol en alguna de las cabinas “11 hombres bañados en sudor festejan bajo el resplandor de la luna”. La noche ya es muy oscura, cuando Boca queda con 9 hombres. De pronto la desazón y los nervios que se apropian de los Bosteros infiltrados, ya sea en la tribuna o en Prensa. Porque cada ataque de Belgrano es toda la gente parándose, y los que no podemos disimular sentados. Entonces cada gol errado es más sufrimiento y las miradas que se reproducen. Que castigan en la nuca. Y están los insultos de José Luis Villarreal. A esa altura las escalinatas dejan mucho más expuesto a uno, pero hay que ver mejor como aguanta la pelota Carlitos y como se pelea como un chico con la cabeza gacha, frente a todos los defensores de ellos.  De golpe ese sufrimiento se disfruta, o se trata. En un momento ya es evidente que el partido es de Boca y que la noche también. Entonces hay una risa picara, a veces sobradora y por momentos riesgosa, pero inevitable… Boca va a ganar. Tevez vuelve a Córdoba y va a ganar. Cerca del final, no se aguantan más tantos nervios. “Los caballeros de la angustia” como dijo Saavedra en la radio, hacen lo posible para que nosotros estemos felices. Y al finalizar, no hay piernas para salir entre tanto celeste que desentona con lo que sentimos. Entonces ya en el colectivo de vuelta, pasando cerca del barrio pirata, uno se acuerda de la zamba del Chango Rodríguez, “De Alberdi”. Entonces se da cuenta que pese al frío, al viento, a la espera; pese a los nervios, a la desesperación, a los momentos malos, al sufrimiento… a lo Boca se vive mejor y como suena en la canción, más en mi “Córdoba que me dio la luz”.
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