La jugada del gol que nunca más se volvió a ver.

En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, la única final jugada entre Boca y River, que ganó el equipo de la Ribera.

Hace 40 años, se vivió una de las noches más gloriosas en la historia de Boca. Por la instancia, por la definición, por el rival. Antes de ganar todo y de dominar al mundo, Boca ganó la única final que se jugó frente al eterno rival. Sí. La única fue para nuestro lado. Como la historia manda.

Es imposible imaginar aquella noche del miércoles 22 de diciembre de 1976. Cuando, por cuestiones del destino –y acá vale aclarar que resulta raro que no haya vuelto a pasar- Boca y River definían por primera y única vez un campeonato en una final. Tal es así, que hay un libro solamente de esa noche: “La Final” de Diego Estévez. Nunca había pasado antes y nunca volvería a pasar.

La gloria máxima

Aquel día se llevó a cabo la final del Torneo Nacional. Era en cancha neutral, por lo que se decidió que el Cilindro de Avellaneda era el escenario ideal y a un solo partido. Los equipos habían llegado desde dos grupos diferentes, en donde había salido primeros: Boca había accedido tras ganar el Grupo A, para luego eliminar en Cuartos de Final a Banfield y en Semifinal a Huracán. River, por su parte, había sido el vencedor del Grupo B, y llegó a la definición ganándole a Quilmes en Cuartos y a Talleres de Córdoba.

Ángel Labruna y Juan Carlos Lorenzo, eran los técnicos. El “Toto” ya había ganado el Metropolitano de ese año, pero acá comenzaba a formar una de las épocas doradas de nuestra historia. En los días previos, Lorenzo ya tenía todo pensado. Inclusive la participación de Mastrángelo, que venía golpeado, pero que era necesario para que Passarella no pudiese mandarse al ataque estando pendiente de él. Pendientes también estuvieron los periodistas y más en el consultorio médico de La Candela, cuando Lorenzo gritaba que le vendaran el tobillo izquierdo. “El” Heber no entendía el porqué, ya que el que le dolía era el derecho. El entrenador lo tranquilizó: “Te hice vendar el sano, para que Passarella te pegue en ese y no en el lesionado”. Un adelantado.

Eran equipos muy buenos, donde ellos tenían nombres como Fillol, Perfumo, J.J López, Merlo, Luque, Más. Pero los nuestros no eran menos. Y más importante aún, sabían lo que estaba pasando en ese momento por ser hinchas del Club. Gatti, Pernía, Sá, Mouzo, Tarantini; Veglio, Suñé, Ribolzi; Mastrángelo, Ribolzi y Taverna. Capitaneados por Rubén Suñé, el “Chapa” quien a las 21.03 salió ante un estadio donde habían 90.000 personas. Para no salir nunca más de nuestra historia.

Cuentan que las puertas se abrieron a las 17 horas, que arriba era todo de Boca y el anillo inferior de River. Cuentan las crónicas y el mismo Gatti, que esa noche realizó la mejor atajada de su vida (a López). Que hubo un solo amonestado: “Mostaza” Merlo. Y que el árbitro Ithurralde había recordado a los capitanes, que en caso de haber tiro libre, el equipo beneficiado podía ejecutar sin solicitar barrera y sin esperar la orden del juez. La viveza del fútbol en su máximo esplendor. Pero legitima. Y para más ser más épico, eso era algo que podría beneficiar a River. Roberto Perfumo le diría al árbitro: “Suerte que dirige usted, porque deja jugar y es mejor para nosotros, que queremos ejecutar rápido las infracciones”.

Foto Archivo El Gráfico

Fue así que a los 72’, cuando parecía que el empate y los penales iban a ser el desenlace, en un foul cerca del área, Suñé recordó lo que le había dicho el hombre de negro y anticipó: “La pongo y pateo”. Y así fue como metió un golazo “porque fue justo al ángulo. Ni todos los arqueros juntos la hubiesen sacado”, como dijo alguna vez el gran Chapa.

Imaginen los minutos finales, con el pueblo arriba, festejando. Con los cajetillas abajo, sufriendo. Imaginen el rugido de La 12. Del gol épico, eterno. Del día de la paternidad, de esa alegría en momentos donde no la había. Y encima a dos días de Navidad. El primer (Gran) regalo de papá.

El gol “desaparecido”

El libro de Estévez, lleva de subtitulo “el Superclásico en tiempos de tinieblas”. Argentina era gobernada por una Dictadura Militar (la más sangrienta de la historia). Esto según muchos, tuvo que ver para que el momento épico aquel 22 de diciembre de 1976, no pudiese ver hasta ahora. Si el gol no está por ninguna parte, es decir que en cuatro décadas nunca pudimos revivir este momento. (menos Suñé) es por hay varias teorías. De las cuales las más fuertes son dos. La primera, como el mismo autor dijo en Muy Boca Radio, en aquella época “en los noticieros se cortaban los rollos de película para pasar las partes salientes. Esto explica que algunas jugadas, como un gol anulado a Juanchi Taverna, estén disponibles y no así el gol de Suñé o una gran atajada del Loco Gatti a Jota Jota López”. Difícil de entender, más allá de las épocas.

La otra, es la teoría de conspiración por parte de los que mandaban en el país. Hay que tener en cuenta, que los mandatarios y genocidas tenían un vínculo fuerte con River. No solamente por ser hinchas, sino por ser socios honorarios. Tal reconocimiento llegó en una reunión de la CD del 4 de mayo de 1978. Y tal como dijo Alfredo Davicce, en abril de 1997, el dar de baja a tal distinción para con Jorge Rafal Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti, llegó “un poco tarde”.

Quien tuvo esa categoría, hasta su muerte en 2004 fue el Vice – Almirante Carlos Alberto Lacoste, presidente del Ente Autárquico Mundial 78  quien quiso llevar a la presidencia de AFA a Rafael Aragón Cabrera, presidente que “destacó” a los cuatro socios mencionados. Fue Lacoste, quien habría mandado a quemar los videos. Como siempre, cuando tratan de borrar cosas, terminan quemando.

Hoy en día, seguimos buscando aquel gol. En homenaje de todos los bosteros y de Suñé en particular, quien jugaba sin ninguna remera debajo de la de Boca pese al frío de en invierno. Quien encendió por demás a Boca, cuando aquel 22 de diciembre, el lugar como se escucha en la transmisión donde “una tormenta de nieve cubría la cancha” cuando se recibía al campeón Metropolitano.

Porque como dijo Jorge Ribolzi: “Es la mayor alegría, por encima de la Libertadores y la Copa del Mundo”. O como siempre dijo: “Podrán borrar goles pero no la historia”. Porque a ese gol lo desaparecieron con intención o sin querer. Pero está vivo. Y hoy a 40 años, más que nunca. Porque como cantara León Gieco: “Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la historia”. Ese gol, esa final, han sido el sueño de nuestras vidas. Y lo más grande de la historia.

Video gentileza de Guillermo Schoua